El aire que respiramos

El aire es una mezcla de gases, principalmente de nitrógeno y oxígeno, que no posee olor ni sabor y que necesitan los seres vivos para vivir. Por eso, la importancia del aire es indiscutible, pues sin él, no existiría vida en la Tierra.

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Pero además es importante tener en cuenta la calidad del aire que se respira, pues de ella depende la buena salud, el buen funcionamiento y actividad del organismo; la adecuada circulación sanguínea, el buen funcionamiento del cerebro y, en resumen, la mayor duración y mejor calidad de vida. El aire que respiramos se compone de una mezcla de los siguientes gases: nitrógeno (N2) 78%; oxígeno (O2) 20%; gases nobles 1%; dióxido de carbono (CO2) 0,03% y agua (H2O) 0,97%.

A su vez, los llamados gases nobles incluyen: argón (Ar), neón (Ne), criptón (Kr), helio (He).
De ellos, el más importante para los seres vivos es el oxígeno, necesario para la respiración y que cumple numerosas funciones esenciales dentro del organismo; también es importante el dióxido de carbono, que resulta de la utilización del oxígeno en dichas funciones vitales y que es liberado como resultado del proceso respiratorio.

En este proceso, juegan un papel esencial las plantas y los árboles, pues mediante el proceso de la fotosíntesis, absorben el dióxido de carbono para liberar o expulsar el oxígeno que necesitan los animales y el hombre, los que a su vez hacen exactamente lo contrario: absorben el oxígeno y expulsan el anhídrido carbónico. Entonces, el beneficio es mutuo para las plantas y los animales.

CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA
La contaminación atmosférica se produce de numerosas formas, pero la más perjudicial es la que resulta de las actividades humanas. En la atmósfera, existen gases y partículas nocivas que son emitidas principalmente por las chimeneas de las fábricas e industrias y por los vehículos y motores de combustión. De este modo, se liberan a la atmósfera sustancias peligrosas como el bromuro o cloruro de plomo; compuestos de azufre; el benceno, óxidos de nitrógeno y carbono, hidrocarburos y gases como el monóxido de carbono, que en definitiva son el resultado de los adelantos tecnológicos; de las condiciones y estilos de vida de los habitantes ; de las explotaciones intensivas que hacen los países de los recursos naturales; y de los cada vez mayores parques automotores, con vehículos que día a día circulan por los centros urbanos, en buenas o inadecuadas condiciones de funcionamiento.

El resultado final es la acumulación, en el ambiente y en la atmósfera, de estas sustancias nocivas, que así contaminan al aire que respiramos y perjudican tanto la salud humana como la de los animales y aves.

Anteriormente, la naturaleza podía, dentro de ciertos límites, restablecer el equilibrio dinámico de los gases atmosféricos que componen el aire y de neutralizar los gases y partículas dañinas que se producían y liberaban, al absorberlos, reciclarlos o purificarlos, con lo cual el aire se mantenía relativamente puro.

DAÑOS A LA SALUD
En la actualidad, con la cada vez mayor presión del hombre sobre el ambiente, el uso intensivo de los recursos naturales y el creciente nivel de industrialización de los países, es imposible que la atmósfera pueda absorber o purificar las enormes cantidades de contaminantes que se producen. De esta forma, terminan por aumentar su concentración, tornando más peligroso el aire que se respira y favoreciendo la aparición de enfermedades respiratorias (asma), alergias, diversos tipos de cáncer y afecciones de la piel; ataques de asma, irritación de ojos, nariz y garganta. A esto, se le deben sumar las partículas de diversos tamaños (que son filtradas por la nariz y los bronquios, aunque las pequeñas penetran a los pulmones, pudiendo allí alojarse); y los factores atmosféricos como vientos y lluvia que influyen en el mayor o menor grado de contaminación que se produce.

CONCLUSIÓN
La sensibilización educativa de las poblaciones del mundo hacia la calidad del aire que se respira es un compromiso que los gobiernos, empresas, centros educativos de los distintos niveles y organizaciones nacionales e internacionales deben asumir en forma articulada y firme para el bienestar de toda la humanidad. De cómo el ser humano interactúe con el ambiente, dependerá el disponer de un aire más o menos limpio para contribuir a una mejor calidad de vida humana y con ello para el bienestar de los demás seres vivos.

(*) Especialista en
Comunicación Rural
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