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El deporte contribuye a mejorar la relación, el conocimiento y la expresión corporal. Es un factor de integración social, fuente de disfrute, salud y bienestar. La realización de estos valores permite la participación en la sociedad desde unas pautas distintas de las que a menudo constituyen las actitudes sociales más convencionales.
Estas pautas de participación y relación social deben contribuir al desarrollo de determinadas sensibilidades, como la del respeto a las distintas nacionalidades y razas, al medio ambiente y a la calidad de vida como factores de convivencia social.
La preservación de estos valores hace necesario que el deporte recupere algunos de sus elementos tradicionales y que, por tanto, el respeto a las reglas del juego, la lealtad, la ética y la deportividad sean elementos de vertebración de los participantes en el mismo.
Para fomentar, impulsar y contribuir a la realización de estos fines y valores, es conveniente considerar un Código Ético a fin de conseguir que se establezcan nuevas pautas de conducta y comportamiento de los estamentos participantes en el mundo del deporte, entidades, clubes, deportistas, técnicos y dirigentes deportivos.
El Código parte de la consideración de que el comportamiento ético es esencial tanto en la actividad como en la gestión deportiva. Dicho comportamiento permite encauzar la rivalidad y la controversia deportiva desde unas pautas diferentes y socialmente aceptables que puedan producir ejemplaridad frente a otras formas de relación social.
Deportividad
La deportividad es ante todo un principio positivo. La sociedad se enriquece con la práctica deportiva y con lo que la misma supone de fomento de los valores de la personalidad más elevados, a la vez que con el intercambio personal y social que el mismo supone. El deporte ayuda a conocer mejor, a expresarse y a desarrollarse en un entorno social en el que se valore la salud y el bienestar.
La responsabilidad en el cumplimiento de estos preceptos afecta a las administraciones deportivas por su especial significación pública, los responsables del deporte a nivel gubernamental, autonómico y municipal, son los primeros que vienen obligados a dar ejemplo de deportividad, midiendo al máximo la repercusión de sus actuaciones y declaraciones públicas y velando por el interés general en sus actos de trascendencia deportivos.
Especialmente, deben velar por la conexión entre deporte, educación y cultura, y por la forma de subsumir y adaptar esta a las condiciones esenciales de la práctica deportiva, a las organizaciones vinculadas con el deporte, las federaciones deportivas, clubes, asociaciones; y todo ente de carácter y promoción deportiva deben asumir su responsabilidad para que su gestión, administración se ajusten a los criterios de deportividad, de respeto a las normas y reglas deportivas, a los rivales y a los deportistas procurando que su actuación pública haga gala de esos valores; a las personas y específicamente deportistas, padres, educadores, técnicos, árbitros, directivos, así como los deportistas de la alta competición que sirven de modelo que deben guardar un comportamiento de respeto y compromiso con la deportividad y, finalmente, a los deportistas y dirigentes deportivos que por su especial protagonismo público y por el eco de sus actuaciones deben acreditar un comportamiento ejemplar que sirva de modelo a todos los demás actores del mundo del deporte, en especial a los niños y adolescentes; reprobar las actitudes favorables a la violencia, adoptar personalmente una actitud contraria a la deslealtad de terceros e imponer las sanciones adecuadas a aquellos comportamientos que acrediten insolidaridad o adulteración de una competición.
Los deportistas, técnicos y dirigentes deportivos deben respetar las decisiones de los jueces deportivos, aceptando sus resoluciones y ejerciendo su legítimo derecho a los recursos que establezca la legislación vigente; deben acreditar que la deportividad y el respeto a las normas del juego están por encima de sus intereses y que tanto en la victoria como en la derrota, tanto en el éxito como en la decepción, su comportamiento público se ajusta a los principios de respeto al adversario, y de expresión de legítimo orgullo sin menoscabo del rival.
Prosigo mi aprendizaje
- ¿Es preciso reflexionar sobre el ejercicio del deporte en una dimensión ética? ¿Por qué?
- ¿Qué opinión tengo acerca de la atención ética en los deportes nacionales?
- Planifico visitas y entrevistas a deportistas de mi comunidad sobre el tema.
Código Ético del C.S. Conferencia Mundial Deportiva. Berlìn. 2003.