La antropología filosófica

En Munich se había establecido un sólido núcleo de intelectuales interesados en la fenomenología de Husserl. Fue este el ambiente en que se incorporó Max Scheler (1874-1928), sobre todo en Francfort. Considerado uno de los más eminentes discípulos del fundador de esta escuela, siguió rutas muy distintas del maestro.

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Sin embargo, siempre se movió en el campo de la filosofía y de la antropología, en un sentido amplio. Brindó importantes aportaciones en teoría de los valores, sociología del saber, filosofía de la religión y otros campos en los que publicó obras consideradas fundamentales en las respectivas especialidades, siempre conectadas y con la vista puesta en el que fue su problema teórico fundamental y central: el del hombre.

La antropología es uno de los temas más extensos de su producción. Ejerció gran influencia, sintetizando una teoría sobre la esencia del hombre, en una época como la suya, marcada por la profunda crisis que recorrió la Europa de entreguerras, unida con una especial atención a la aplicación de este pensamiento a los problemas más urgentes que se le planteaban a la cultura.

El hombre en el cosmos

Su libro “El puesto del hombre en el cosmos”, se convirtió en punto de referencia de una antropología filosófica renovada, y de corrientes de pensamiento que siguieron su planteamiento hasta convertirse en la obra fundacional de la antropología filosófica moderna, que actualmente se investiga en las universidades.

El puesto del hombre en el cosmos es, para resumir, un “clásico” en toda su extensión. En alemán no se dejó de reeditar desde el momento de su aparición, salvo los años más duros del régimen hitleriano.

Aunque sorprendió la muerte a Scheler en plena elaboración de una antropología filosófica, caracterizó siempre su labor el ímpetu con que todos sus hallazgos se afianzaban hacia el futuro reclamando nuevas metas. Asimismo, las conquistas genuinas del filósofo residen en su fundamentación de una ética material, y en el impulso gigantesco que dio a la teoría de los valores.

Toda la dedicación filosófica de Scheler apuntaba a que se acometiese el problema central de la antropología, necesitada más que ninguna otra disciplina de líneas directrices radicalmente nuevas, para la legitimación rigurosa de que carecía. Aquejada de esta deficiencia universal, la filosofía fenomenológica iba a manifestarse en un punto concreto, sobre el que gravitaban tendencias milenarias, empotradas de una u otra manera en las entrañas mismas de todas las culturas.

La captación del espíritu

Según Scheler, el espíritu, actualidad pura, es lo único que existe incapaz de ser objeto. Su captación ha de verificarse, pues, en sus manifestaciones específicas, entre las cuales ocupa el más alto rango y la más pura significación, la actividad ideatoria. La ideación confiere a los ejemplos concretos del universo las formas esenciales de la región fenomenológica en que esos ejemplos son comprendidos. Es nota fundamental de las ideaciones ese carácter de reducción fenomenológica, descubierto por Husserl, basada en una anulación del coeficiente existencial.

La teoría negativa deambula por todos los ascetismos orientales, y en la filosofía europea se manifiesta en Schopenhauer y sus discípulos. La virtud de las negaciones ante la vida, ese su ascético oponerse, sería la actividad humana productora de cultura.

Max Scheler alcanza el máximo vigor estructural y la más fiel dedicación al momento filosófico a que estaba adscrito. Expresa en su obra capital, lineaciones sobre el sentido de las leyes ónticas que presuponen las avanzadas de la física actual y una posible concepción unitaria de la vida psicofísica.
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