La realización personal

La realización personal es un desafío para toda persona, pero su logro implica la superación de muchos obstáculos, entre ellos la mala interpretación del concepto, pues la realización no se limita al placer momentáneo, sino que engloba una serie de metas que producen satisfacción verdadera y duradera.

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Capacidad: Interpreta las expectativas de la realización personal.


Por eso es importante tener una idea clara y precisa de lo que significa la “realización personal”.


La realización es la plenitud de vida
La realización personal consiste en vivir una vida plena, total; abarca todas las áreas de la persona. Podemos lograrla cumpliendo nuestros compromisos, formando con ellos un todo armonioso y viviendo ese conjunto armonioso de compromisos. No somos ni podemos ser personas completas al margen de los demás, porque la mayoría de nuestros compromisos tienen carácter social: nos unimos con otras personas para participar en los bienes humanos y así lograr nuestra realización y la de los demás.

Dos ideas equivocadas de la realización personal
- El placer intenso: La experiencia de placer solo es válida para una parte de nuestro yo. El placer, cualquiera que sea el modo en que se experimente, está limitado a la conciencia, y no tiene en cuenta el vivir entero del ser humano.
No es que el placer se identifique con la parte “más baja” o “animal”, del ser humano, mientras que la realización se refiera a la “más alta” y “espiritual”, pues es inaceptable una división de la persona humana en dos partes.


La realización personal no se limita al placer. Por ejemplo, sentimos placer cuando bebemos agua fresca después de una calurosa y polvorienta caminata, pero allí termina.

Un ejemplo, traído del campo de la ciencia ficción, ilustra de manera similar el problema del placer, y aclara por qué este no supone una imagen cabal de la realización propia: Supongamos que fuera posible mantener vivo un cerebro humano en un laboratorio, alimentándolo con una corriente continua de ondas cerebrales artificiales, para producir en él sensaciones de una vida placentera. El cerebro estaría aislado de todo dolor y disfrutando continua y conscientemente de un intenso placer. ¿Valdría la pena hacer esto para conseguir la realización de aquel cerebro? Aunque fuera posible producir ese estado placentero de conciencia al margen de la experiencia real, sería un absurdo y nadie confundiría tal estado con la realización.

Un estado de conciencia solamente tiene significado en relación con la vida consciente. Si no existe una vida realmente vivida (como es el caso de ese hipotético cerebro), el estado de conciencia no tiene significado.

La tendencia a buscar el placer, aunque se busque conjuntamente con otras personas, tiene una condición individual inevitable. Por el contrario, la realización verdadera no es, ni puede ser, individualista, ya que nadie se realiza si no es con los demás. El placer, como estado de conciencia de una privacidad inherente, no puede ser compartido.

La realización es un producto social, y como el placer es un estado de privacidad no conduce a ella. Lo que sí podemos compartir son las tareas comunes, los proyectos y el compromiso hacia bienes en los cuales las personas colaboran juntas.


- La persecución de un objetivo: Definir una meta, trabajar para alcanzarla y, finalmente, conseguirla. Este planteamiento sitúa el significado último de la vida en resultado de una acción. Muchas personas identifican la felicidad con la persecución y el logro de metas, y buscan en ello la realización.

Esta clase de acciones es una parte necesaria e importante la vida. Sin embargo, la idea de que la auténtica realización está en la persecución y el logro de metas no es del todo satisfactoria, porque después de conseguir una meta, comienza de inmediato la búsqueda de otra nueva. La realización está siempre en el futuro y, precisamente por esa razón, no satisface nuestra esperanza de realizarse aquí y ahora.

El problema que se plantea al identificar la realización con la persecución de objetivos futuros es que los objetivos son, precisamente, futuros, y una persona que vive de cara al futuro roba al presente su significado. Vivir así hace que el presente se considere meramente como algo para lograr un fin ulterior, cualquiera que sea, y el presente tiene poco o incluso ningún valor; depende de la medida en que contribuye al logro del objetivo.

Esto es una vida a medias. Por ejemplo, a un hombre obsesionado con alcanzar la cumbre del Everest, solo le preocupa tener éxito en esa empresa y en función de ella organiza toda su existencia. Invierte muchos años en un entrenamiento riguroso, en la organización de la expedición y en la planificación del asalto al objetivo final. Por fin llega el momento y la expedición parte hacia las laderas del Everest. A mitad de camino el escalador se cae desde un saliente y se muere. El Everest no ha podido ser escalado por él. Nunca logró su objetivo y por ello el fracaso dejó su vida carente de significado.

El accidente, al cortar esta vida, puso de manifiesto la total ausencia de significado en toda su vida.

Los grupos y las sociedades enteras a veces cometen el error de situar la realización en un estado futuro. El marxismo, por ejemplo, considera a los miembros de la generación presente como simples medios que deben ser sacrificados en aras de la obtención de un mundo nuevo que emergerá de las cenizas de la revolución.

Fuente: GRISEZ, Germain y SHAW, Russell (1993). Ser Persona (Curso de Ética), Ed. Rialp, S. A., Madrid, pág. 43 49.
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