Icebergs siguen siendo una amenaza a 100 años del "Titanic"

PARÍS. Pese al uso de radares y satélites para seguir su trayecto, los icebergs siguen siendo una amenaza para la navegación cien años después del naufragio del “Titanic”.

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El ojo humano permanece como el método más corriente para detectarlos, revelaron científicos interrogados por la AFP.

“Los icebergs son objetos muy peligrosos puesto que van a la deriva, no están inmóviles; cuando el mar está muy agitado, pueden esconderse y escapar a los radares”, resume Michael Hicks, del International Ice Patrol (IIP).

Actualmente, la probabilidad de chocar contra un iceberg es de una sobre 2.000. El riesgo era el doble en abril de 1912, cuando el mayor barco de cruceros de la época se hundió con 1.514 de sus pasajeros, estima Brian Hill, experto del Consejo Nacional de Investigación (CNR) de Canadá. En otras palabras, actualmente se registran una media de sólo dos colisiones contra icebergs cada año.

Creado en 1913, tras el naufragio del “Titanic”, el IIP supervisa el equivalente a medio millón de millas náuticas (1,7 millones de km2) en el noroeste del Atlántico, y particularmente un “corredor de icebergs” situado cerca de Terranova y del Labrador, por donde circulan montañas de hielo que se desprenden de Groenlandia.

A lo largo de un siglo, esta organización ha tratado de luchar contra los icebergs por cualquier medio: desde pintar de rojo estas grandes masas de hielo, sin lograr que la pintura permanezca en el hielo, a tratar de colocar emisores de radio, una tarea complicada desde un avión volando a 350 km/h. Incluso se trató de bombardear icebergs para eliminarlos. En 1959, se lanzaron 20 bombas de 400 kg sobre un iceberg de 70 metros de alto y de 145 metros de largo. “Eso sólo provocó la ruptura de pequeños trozos, sin efecto destacable”, reconoce Hicks.

La colocación de explosivos fijados directamente en el interior de un iceberg se reveló como un método un poco más eficaz. “Pero el único resultado fue que en lugar de tener que seguir un iceberg grande, de golpe se producían varios más pequeños pero igualmente peligrosos”, explica el experto. Por este motivo, el IIP optó jugar la carta de la prevención y de la alerta, desplegando aviones-radar y recopilando los datos transmitidos por los navíos que cruzan la zona y los satélites de observación.

Ni uno sólo de los marineros que han seguido los consejos de esta institución ha chocado contra un iceberg, asegura con orgullo Hicks.

Los satélites contribuyen a la vigilancia, pero apenas diferencian un pequeño iceberg de un gran barco. “El reconocimiento visual sigue siendo necesario y siempre hay un riesgo en el caso de los icebergs más pequeños”, resume Mark Drinkwater, experto de la criósfera en la Agencia Espacial Europea (ESA).

Según la base de datos del CNR canadiense, el número de accidentes desciende de manera constante desde 1913. Entre 1980 y 2005 se produjeron 57 colisiones en el hemisferio norte, es decir, una media de 2,3 cada año. En los 25 años precedentes a 1912 ocurrieron 170 accidentes (6,8 cada año).

Desde el naufragio, en enero de 1959, del “Hans Hedtoft” en el sur de Groenlandia, barco en el que viajaban 95 personas a bordo, no se ha vuelto a registrar ningún accidente mortal provocado por un iceberg. En noviembre de 2007, el barco de crucero “MV Explorer” se hundió tras chocar con un iceberg en el Antártico, pero los 100 pasajeros y los 54 miembros de la tripulación a bordo fueron socorridos.

No obstante, el error es humano y una catástrofe similar a la del “Titanic” sigue siendo posible, según Michael Hicks. “Sigue habiendo icebergs y sigue habiendo barcos”, resume.

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