Expectativa para Marzo Paraguayo

En medio del ruido político por las elecciones del domingo próximo, el público espera con gran expectativa la aparición, con el ejemplar de nuestro diario, de “El Marzo Paraguayo”, el libro de Andrés Colmán Gutiérrez con el que se cerrará la colección.

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–¿Cuál es el origen de la disputa entre oviedistas y argañistas?

–Fueron dos proyectos políticos personalistas. Luis María Argaña era la figura presidencial más fuerte dentro del coloradismo, tras la caída de Stroessner. Hay testimonios de que Argaña debía ser el candidato a presidente en 1989, pero Rodríguez le roba esa primera oportunidad, con la promesa de que sería su sucesor.

–Y Rodríguez no cumplió.

–No, y es cuando emerge otro militar con pretensión de llegar a la presidencia, el general Lino Oviedo, que primero opera desde las sombras, robándole las elecciones internas a Argaña en diciembre de 1992, para hacer aparecer como ganador a Juan Carlos Wasmosy. Allí se desata la disputa política que desembocará en el Marzo Paraguayo.

–Lo del 27 de diciembre de 1992, ¿hizo irreconciliable a ambos líderes políticos?

–Totalmente. Para que Oviedo llegara a la presidencia tenía que sacar del camino a Argaña. Además de robarle la interna, buscaba desacreditarlo y restarle popularidad. Pero también se produjo una ruptura entre el presidente Wasmosy y Oviedo, que entonces era su sombra detrás del trono, por motivos más económicos que políticos, que desembocó en la crisis de abril de 1996, cuando Oviedo intenta dar un golpe de Estado.

–Oviedo se proyecta solo, desde entonces.

–Allí empezó a perfilarse el proyecto político oviedista, que Milda Rivarola definió como “neofascismo” o “fascismo tardío”, y que entró en abierta confrontación con el proyecto más populista y conservador de Luis María Argaña, dentro del coloradismo.

– Los jóvenes ya hicieron su aparición frente a las pretensiones de Oviedo en el intento de golpe de abril de 1996, ¿qué representaba Lino Oviedo para ellos?

–La aparición de los jóvenes llamados “carapintadas”, que usaban pinturas con colores de la bandera paraguaya en sus rostros, en abril del 96, fue una agradable sorpresa. Era una generación que no había vivido la dictadura, pero se manifestaba por la democracia, y veían a Oviedo como un militar golpista, que intentaba arrebatarles la libertad.

–Aquella reacción fue espontánea totalmente.

–Cuando supieron que Oviedo amenazaba con un golpe, se juntaron en las plazas del Congreso y permanecieron allí durante tres días, hasta el final de la crisis. Fueron el principal soporte político, con respaldo de la comunidad política internacional, para que Wasmosy se atreviera a pasar a retiro a Oviedo. Esa manifestación de jóvenes en abril de 1996 fue un adelanto de lo que iba a ocurrir en marzo de 1999.

–¿Cuál era la situación del Paraguay a comienzos de marzo de 1999?

–Había un ambiente de confrontación violenta y de mucha desesperanza en gran parte de la ciudadanía, ante signos de retrocesos democráticos. Raúl Cubas, candidato de Oviedo, había ganado las elecciones en mayo de 1998, pero Argaña, su principal adversario, era el vicepresidente.

–¿Y Oviedo?
Había sido condenado por la Justicia Militar a 10 años de cárcel por el intento de golpe de 1996, pero cuando Cubas asumió la presidencia, lo liberó con un decreto que la Corte Suprema desautorizó.

–Eso crispó más el ambiente.

–Para muchos analistas, hubo una ruptura del Estado de Derecho y se planteó el juicio político a Cubas en el Parlamento. Mientras, se sucedían movilizaciones violentas de grupos oviedistas, con ataques a ministros de la Corte y a parlamentarios. Llegaron a colocar bombas en las casas de algunos de ellos. En ese ambiente se produce el asesinato de Argaña, el 23 de marzo de 1999.

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