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El historiador Herib Caballero Campos, en el prólogo del libro, destaca que el autor describe de qué forma la Guerra Fría benefició al régimen stronista con la formación, instrucción y equipamiento de las Fuerzas Armadas y el modo en que las mismas participaron del sistema represivo que implantó el régimen en su lucha contra el comunismo.
En ese contexto explica la represión, confinamiento, cárcel y tortura a oficiales de las Fuerzas Armadas que fueron brutalmente reprimidos como el capitán Napoleón Ortigoza y sus compañeros que tuvieron que soportar las consecuencias de una intriga urdida por el hecho de no ser obsecuentes con un sistema autoritario.
El material también se ocupa de las disposiciones adoptadas por Stroessner en cuanto a la organización de las Fuerzas Armadas con la designación de oficiales leales al frente de las principales unidades castrenses, hecho que sin embargo no impidió que ante la decadencia del régimen sean algunos de ellos –incluso parientes políticos– quienes decidieran organizar un golpe de Estado que terminaría derrocando al anciano dictador en la madrugada del 3 de febrero de 1989.
En el libro también se resalta que el dominio de las Fuerzas Armadas se constituyó en uno de los tres pilares con los que el régimen de Stroessner basó su poder sin límites, incorporando como ministros, en carteras consideradas claves, a miembros del ejército.
Igualmente se menciona que la lealtad al modelo stronista permitió que muchos jerarcas militares conserven sus privilegios por varios lustros llegando, no pocos de ellos, a acumular ingentes beneficios económicos y acceso a tierras públicas como pago al fiel cumplimiento de la tarea de extirpar el intento de copamiento del comunismo internacional.