La relación entre sociedad y el régimen dictatorial

La relación entre la sociedad civil y el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner Matiauda (1954-1989) es el tema abordado en el penúltimo libro de la colección “60 Años del stronismo”.

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La colección, patrocinada por El Lector y ABC Color, llega a su fin el domingo 3 de agosto.

El trabajo pertenece al sociólogo José Carlos Rodríguez, quien analiza, en uno de los capítulos, la deteriorada relación Iglesia-Estado que tuvo su punto culminante con la visita de Juan Pablo II, en mayo de 1988, cuando el Vicario de Cristo pronunció célebres frases que marcaron la distancia total entre ambos sectores. Ocho meses después, Stroessner era derrocado tras 35 años de permanencia en el poder.

José Carlos Rodríguez describe que, en el molde cultural stronista, uno de los aspectos de sobreviviencia ciudadana era comprometerse con ninguna disidencia al sistema. Había que aparecer como colorado, militarista, deportista, de buena familia, conservador, dócil, anticomunista, proyanqui, norteamericanista, católico y colorado.

Esa carta de presentación era la mejor manera de ser “buen paraguayo”. Estar en regla con el Gobierno, con la religión, con el Partido Colorado y con el general. El que salía del molde corría peligro, se estaba buscando un castigo y si alguien era castigado (reprimido), por algo sería.

El autor analiza que dentro de la constelación oficialista, salirse del molde era considerado una barbaridad. Nada se iba a lograr y el que se metía en política (opositora), se perjudicaba y también dañaba a su familia, que era inocente, pero que debían sufrir las persecuciones sin haberlo decidido.

Entre las rutinas de todo “paraguayo de bien” pasaba por ir de la casa al trabajo e interactuar entre la familia, la iglesia, la cancha y la seccional colorada. Nada de hacer política contrera (opositora). Era una vida gris, sin riesgos, salvo que la mala suerte le tocara, y uno estuviera cerca de algún perseguido sin haberlo sabido.

Uno de los escenarios frecuentados por la sociedad era la Iglesia Católica. Sin embargo, la firme postura del arzobispo de Asunción, monseñor Ismael Rolón, a principios de 1970, comenzó a generar resistencia al régimen que continuó provocando acciones represivas como la expulsión de sacerdotes (pa’i Oliva y otros); el atraco al Colegio Cristo Rey; el cierre del semanario Comunidad; la brutal represión a las Ligas Agrarias Cristianas iban colmando el vaso de la paciencia eclesial.

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