La sensibilidad de Óscar Aguilar Mas con la OSCA

Con la interpretación de una persona sensible y con la técnica de un músico que va creciendo, el violinista paraguayo Óscar Aguilar Mas volvió a brillar con la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción, bajo la sensible batuta del argentino Miguel Ángel Gilardi, el pasado jueves en el Teatro Municipal.

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El Concierto en Re Mayor Opus 77 para violín y orquesta, de Johannes Brahms, fue esta vez el desafío para Aguilar Mas, quien ya actuó anteriormente como solista con la OSCA. Ahora estuvo al frente de una obra dotada por la belleza característica del romanticismo de su compositor.

El joven violinista, quien actualmente estudia en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, de España, estuvo impecable. Sacó notas claras y pulcras de su violín, lo que coronó con una comprometida interpretación.

El músico fue preciso e imprimió un carácter penetrante a su ejecución, con expresiones que calaban hondo, que te hacían sentir las intenciones de esta obra tan romántica como dramática.

Las intervenciones del solista dentro de la obra exigen matices, y Aguilar Mas supo sacar brillo como también sutileza, ensamblado con una OSCA que confirió gran cuerpo a la pieza.

Al finalizar, Óscar recibió una ovación que se extendió por varios minutos, como pocas veces se presencia, y en un emotivo momento unas personas del público levantaron un cartel que le deseaba éxitos. Eran de la Escuela de Música “Mauricio Cardozo Ocampo”, de su ciudad natal Paraguarí, donde inició sus estudios.

Del abrazo romántico la OSCA dio un gran salto estilístico para ofrecer la caótica y vertiginosa “La fundición de acero”, del ruso Alexander Mosolov, estrenada en 1927. 

A más de uno le habrá removido en su asiento, pero sin dudas se sintió la pretensión del compositor, el de enaltecer a las máquinas, pues evoca musicalmente a la industrialización de la época y a los trabajadores, ejemplificando así la relación entre el compositor y su sociedad.

El ruido de estas máquinas se hace presente sobre todo gracias a las percusiones y los vientos. En tanto las cuerdas, que son frotadas muy frenéticamente, crearon el clima de una fábrica. Corta pero contundente, la obra fue muy aplaudida.

El final se dio, volviendo más atrás en el tiempo, con la bella Sinfonía Nº 90 en Do Mayor, de Joseph Haydn, que saca a relucir una gran orquestación, donde sobresalen vientos como la flauta y el oboe, con alegres solos.

Gilardi condujo a la OSCA por los diferentes movimientos, más al final cedió la batuta al violinista José Miguel Echeverría, quien demostró que los jóvenes, tanto músicos como directores, están creciendo a pasos firmes, y así junto con Óscar, esa noche confirmaron que la escena sinfónica está en buenas manos con esta generación.

victoria.martinez@abc.com.py

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