Una masacre coronó la cruel guerra civil del 47

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La guerra civil que asoló el país entre marzo y agosto de 1947 fue en verdad uno de los pasajes más oprobiosos de nuestra historia contemporánea. La misma acabó en una masacre en la que se asesinaron incluso a héroes de la Guerra del Chaco.   

Alcibiades González Delvalle, en su libro "La hegemonía colorada 1947-1954", rememora esos hechos. El libro aparecerá este domingo con el ejemplar de ABC Color, en el marco de la Colección La Gran Historia del Paraguay, editada por El Lector. He aquí un pasaje del libro que habla, justamente, del final de aquella contienda fratricida.   

En la segunda quincena de marzo –la reseña se basa en el libro de uno de los jefes de la revolución– se iniciaron las operaciones militares desde Puerto Ybapobó, sobre el río Paraguay, a 60 kilómetros al sur de Concepción. El objetivo era destruir o rechazar las unidades del Gobierno concentradas en la zona de San Pedro y luego continuar hacia el sur en dirección a la capital del país.   
  
La intención fue rechazada por las fuerzas de Morínigo, muy superiores en armas y hombres, que pasaron a la ofensiva en los primeros días de mayo. Se replegaron en dirección a Punta Rieles, Ybapobó, y hacia el pueblo de Tacuatí –90 km al Este de Concepción– amenazando envolver a los revolucionarios. Los gubernistas concentraron una parte importante de sus fuerzas en la zona de Tacuatí, que luego habría de caer en poder de los revolucionarios, comandados por el coronel Ramos. El éxito se tradujo en 200 prisioneros y la apropiación de armas pesadas y livianas.

El coronel Ramos quiso continuar con las acciones en busca de nuevas victorias, pero el Comando no pudo, por la escasez de armas, proporcionarle más combatientes. Otra hubiera sido la situación, por lo menos en esta fase inicial, si hubiera prosperado la conspiración en la Marina, ahogada a balazos, el 27 de abril de 1947.   

Mientras se producía la batalla de Tacuatí, llegó a Concepción el ex embajador del Brasil en el Paraguay, Francisco Negrão de Lima, para mediar en el conflicto. La intransigencia de las partes hizo fracasar sus buenas intenciones.

Después de Tacuatí, y con el correr de los meses, las fuerzas de Morínigo comenzaron a atacar con el propósito de acabar con los revolucionarios en Concepción. Las recias luchas –con importantes pérdidas humanas y materiales– extendieron por el país y el exterior los nombres de las comunidades que fueron escenarios de los enfrentamientos, como San Pedro, Piripicú, Horqueta, río Ypané, río Jejuí. Cuando Belén –a 20 kilómetros de Concepción– cayó en manos gubernamentales, los revolucionarios entraron en pánico. Solo disponían de 2.300 combatientes para enfrentar a más de 8.000 "leales" que estaban rodeándolos.   
   
Las fuerzas revolucionarias pasaban por su momento más crítico.

El coronel Ramos lo describe así: a) la proximidad de las líneas de defensa de Concepción podían ser perforadas en cualquier momento y lugar; b) las reservas de víveres daban para 30 días.

La zona que aún quedaba bajo el control revolucionario era de escasa producción; c) las comunicaciones terrestres con el Brasil estaban prácticamente cortadas, restando únicamente el río Paraguay para transportar las escasas provisiones que podían adquirir en la frontera. En adelante, solo de Puerto Murtinho. En esta tarea tendría que emplearse cinco días de transporte fluvial; d) lo que se consiguiera sería insuficiente para alimentar a las tropas y a la gran cantidad de refugiados que se albergaba en la ciudad; e) el problema más grave: la desmoralización que había cundido y que tomaba cuerpo en ciertas unidades que podría traducirse en una masiva deserción.   

Frente a estos hechos se tomó la decisión de echarse al río Paraguay y llegar a Asunción con todas las embarcaciones disponibles, independientemente de su tamaño.

Después de la medianoche del 31 de julio de 1947 los revolucionarios se desprendieron de Concepción.

Los puertos ribereños estaban casi desprotegidos, pero aun así hubo algunos hostigamientos gubernistas que causaron bajas, como la herida del coronel Alfredo Ramos.   
  
Hacia mediados de agosto, los rebeldes llegan a los alrededores de Asunción. El día 15 de agosto, los gubernistas –después de un gran susto parecido a la desesperación– atacan con ametralladoras pesadas, livianas, morteros, oportunamente llegados de la Argentina.
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