Un barrio festeja; una ciudad sufre

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Para Rubio Ñu fue el reencuentro con el triunfo y para  Sportivo Luqueño, la prolongación de una racha alarmante. El 1-0 fue el premio para el mejor representante de Trinidad en la máxima categoría y un castigo para un equipo que no está a la altura de su historia.

Osvaldo Ardiles decía que "la tabla no miente". Y tiene razón. Luqueño llegaba al duelo con "diez puntos", ubicado en el último lugar de la clasificación, sumido en una crisis deportiva tremenda, mientras que Rubio Ñu atravesaba quizás por su peor momento desde su reincorporación al fútbol grande, con cinco juegos sin ganar, pero pudo hacer leña del árbol caído.

El Sportivo dependía de la corazonada del "Mucamo" Servín, que se ganó el aplauso de la escasa afición local por su entrega, sus incursiones ofensivas, sus jugadas, pero fue cambiado siendo figura por desoír las disposiciones técnicas.   

Todo estaba parejo hasta que Claudio Correa se hizo expulsar en el primer tiempo en forma infantil por un manotazo a Ramos.   

Rubio Ñu tuvo paciencia y por acumulación de méritos llegó al gol del triunfo a través de Robin Ramírez, quien aplicó la "puñalada" a un Luqueño cada vez más golpeado y que tiene un problema grave que no es de entrenador, sino de jugadores, que dan la sensación de que les da lo mismo ganar que perder y no debe ser así, porque  causan un daño tremendo al club y a sus familiares por no tener ingresos extras con los premios. Ni Copperfield inspirado en Mandrake podrá levantar al Auriazul si sus futbolistas no se ponen las pilas. Están a tiempo.
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