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De estilo directo, a menudo polémico, aunque siempre con fundamentos, el Dr. De Gásperi se involucró durante su larga vida profesional en una amplia variedad de asuntos, pero en la última década dedicó todo el arsenal de su conocimiento y su pensamiento al gran tema nacional: el despojo sufrido por el país en Itaipú y Yacyretá.
Su conclusión es sencilla y categórica: a Paraguay no le queda otra opción más que demandar a Brasil y a Argentina ante el Tribunal Internacional de La Haya.
No se trata de una conclusión precipitada, sino del resultado de una cuidadosa y perseverante investigación que emprendió en la recta final de su carrera, sin otro ánimo que su sentido de justicia y patriotismo.
Como anécdota que nos toca de cerca podemos contar que hace unos diez años le pedimos desde ABC Color al Dr. De Gásperi una opinión jurídica sobre una cuestión particular relacionada con la Entidad Binacional Yacyretá. Nos respondió que, si bien seguía el tema a través de la prensa como cualquier paraguayo responsable, no era un experto en la materia, por lo que nos pidió un tiempo para estudiar el problema. Así comenzó una verdadera pasión que se extendió sin pausa hasta sus últimos días.
Estudió profundamente los tratados y sus antecedentes, los contrastó con las legislaciones nacional y comparada, se remitió a las fuentes, los convenios y principios del derecho internacional y elaboró una tesis que fue completando, ajustando y reafirmando, a la par que la exponía través de las columnas con las que honró a nuestro diario, la mayoría de ellas compendiadas en un sitio que creó en internet: www.gustavodegasperi.com.
El Dr. De Gásperi sostenía que la cuestión de los derechos paraguayos en Itaipú y Yacyretá no era eminentemente un problema ni técnico, ni político, ni diplomático, sino esencialmente jurídico.
Planteaba que, en ambos casos, no solamente se violaban aspectos específicos de los tratados, sino que se desvirtuaba el objeto básico y primordial de los mismos, que es el aprovechamiento de la energía del río Paraná por partes iguales, lo cual los hacía nulos desde la perspectiva del derecho internacional, de acuerdo con los preceptos y el espíritu de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados.
Finalmente, ponía énfasis en la mala fe de los socios, que sistemáticamente se valían de cláusulas de contexto e interpretaciones torcidas para deformar la propia finalidad de los tratados, por lo que solamente quedaba recurrir a La Haya, algo que él consideraba perfectamente factible.
El país pierde a un gran defensor y nosotros, además, a un gran amigo. Le extendemos nuestras sentidas condolencias a su familia y nos comprometemos a no olvidar su legado.