Asunción da lástima

La ciudadanía asuncena se pregunta con curiosidad real e insistencia, qué hace el intendente Arnaldo Samaniego con la enorme cantidad de dinero que la Municipalidad de Asunción recibe actualmente en diversos conceptos. Millones de dólares entran a sus arcas y la ciudad naufraga en cada lluvia. En este mismo momento, sin ir atrás en el tiempo, transitar por las calles capitalinas es una aventura de la que nadie puede estar seguro cómo acabará porque los semáforos no funcionan o funcionan sin coordinación, y en las condiciones en que se encuentran constituyen mucho más un peligro que una herramienta útil. Sumado a eso hay que mencionar el estado de las calles y avenidas, los problemas del tránsito, y no hablemos de los parques y jardines, de los mal cuidados y descuartizados árboles, que dan una penosa impresión de los asuncenos para los extranjeros que visitan nuestra ciudad. Asunción no merece estar en el deplorable estado en que se encuentra. Es vergonzoso que la capital de la república, el rostro del país, lo primero que el visitante conoce de nosotros, exhiba sus peores defectos. Así como está, da lástima

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La ciudadanía asuncena se pregunta con curiosidad real e insistencia, qué hace el intendente Arnaldo Samaniego con la enorme cantidad de dinero que la Municipalidad de Asunción recibe actualmente en diversos conceptos. Millones de dólares entran a sus arcas y la ciudad naufraga en cada lluvia.

En este mismo momento, sin ir atrás en el tiempo, transitar por las calles capitalinas es una aventura de la que nadie puede estar seguro cómo acabará. Donde los semáforos no funcionan o funcionan sin coordinación, como es el caso del casco céntrico, sería mucho mejor para la seguridad, comodidad y orden de los conductores que la Municipalidad apague esos aparatos porque, en las condiciones en que se encuentran, constituyen mucho más un peligro que una herramienta útil para la finalidad a la que deben servir.

Desde los tiempos del intendente Carlos Filizzola, la Municipalidad anuncia que se modernizarán esos instrumentos, que deberían ser esenciales para el encauzamiento regular del tránsito automotor en calles tan estrechas y deterioradas como las asuncenas. Transcurrió un cuarto de siglo y las sucesivas promesas relativas a la actualización del sistema de señalización semafórica, que puntualmente formularon todos los intendentes que se sucedieron –Burt, Riera, Evanhy y Samaniego– acabaron en un largo silencio. ¿Cuesta demasiado caro reemplazar estos armatostes inservibles por otros nuevos y eficientes? ¿Hay algún estudio económico que compruebe este aserto, de tal manera que se pueda admitir que la Comuna capitalina no puede permitirse gastar esa cantidad y que por esta causa los mantiene en el deplorable estado en que están? El contribuyente necesita saber.

Pero no hay ninguna noticia acerca del tema. Nadie de la Municipalidad se siente obligado a dar explicaciones al respecto. Simplemente esos semáforos obsoletos, sucios, torcidos o rotos, sin coordinación, que en muchas calles en vez de ordenar entorpecen más el tránsito, continúan instalados, contribuyendo, esto sí, a afear más el ya desagradable aspecto general de la ciudad.

Sumado a eso, hay que contabilizar el estado de las calles y avenidas principales de la ciudad, las que más vehículos por hora soportan y que deberían estar en excelentes condiciones de mantenimiento, a fin de coadyuvar a la fluidez del tránsito, uno de los peores males actuales de Asunción. Si se agregan los pésimos semáforos a los agujeros que se forman en las esquinas, ya se completa la lista de inconvenientes que los conductores de ningún lugar del mundo querrían tener en su camino y que los asuncenos soportan día a día.

En efecto, tan solo unos cuantos aguaceros y los baches surgen por doquier, se forman canaletas naturales de desagüe pluvial y se quiebra hasta el pavimento de hormigón, abriéndose o amontonándose obstáculos que hacen que el movimiento de automotores y peatones se haga todavía mucho más lento y difícil de lo que ya es habitualmente.

Los voceros municipales hablan de las lluvias como si fuesen acontecimientos sorpresivos, inesperados, impredecibles. Se refieren a ella como “fuerza mayor”, creyendo que con esta ridícula conceptualización de un fenómeno natural completamente habitual y regular van a quedar exentos de responsabilidad. Pero nadie es tan tonto para no percibir que la gran mayoría de males que padece nuestra capital es resultado único y exclusivo de la ineptitud completa de los jefes municipales, de los que tienen a su cargo tareas –incluso las más sencillas– como mantener unas decenas de calles y avenidas en buen estado permanente, llueva o no.

Si se alega falta de recursos económicos, la mentira sería todavía más ridícula, por cuanto se conocen muy bien las cifras que favorecen privilegiadamente a la Municipalidad de Asunción. Tan solamente este año, la administración de Samaniego recibió aproximadamente 120 millones de dólares más que el año pasado, en distintos conceptos.

¿No se puede modernizar el servicio de semáforos? ¿No se pueden mantener unas cuantas calles y avenidas de primera importancia en buen estado de conservación? ¿No se puede remunerar a los policías de tránsito para que cumplan funciones más de ocho horas en cada jornada, y para que trabajen sábados y domingos? ¿No hay dinero para esto?

No hablemos ya de los parques y jardines públicos, de los mal cuidados y descuartizados árboles de la ciudad, que dan una penosa impresión de los asuncenos para los extranjeros que visitan nuestra ciudad.

Inutilidad pura y simple, torpeza, indolencia, indiferencia, irresponsabilidad. Con estas pocas expresiones se sintetiza la descripción que le corresponde a la administración del intendente Samaniego. Que, para peor, se dice que aspira a volver a ocupar el mismo cargo. ¿Qué pergaminos exhibirá en su campaña electoral para el “rekutu”? ¿Será que el Partido Colorado se siente orgulloso de la labor desplegada por Arnaldo Samaniego en su cargo y desea que lo vuelva a representar políticamente?

Sería muy interesante saber de qué podrían sentirse también orgullosos Samaniego y su equipo municipal, conocer la lista de lo que consideran logros y éxitos, aunque más no sea para medir el alcance del cinismo y la caradurez de algunos políticos.

Lo cierto es que Asunción no merece estar en el deplorable estado en que se encuentra. Es vergonzoso que la capital de la república, el rostro del país, lo primero que el visitante conoce de nosotros, tenga que exhibir impúdicamente sus peores defectos, cuando que, con una administración municipal dirigida por personas medianamente inteligentes, eficientes, honestas y dedicadas, podría constituirse en una de las ciudades más hospitalarias, ordenadas y atractivas de la región. Así como está, da lástima.

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