Buena lección de eficiencia de los ganaderos

En medio de tantos hechos deplorables que a diario golpean a la ciudadanía, surge un acontecimiento estimulante que merece destacarse: el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la actividad ganadera en nuestro país. Se lo suele poner de ejemplo, aquí y en países del extranjero, de cómo se logran resultados provechosos si se trabaja en serio, en el sector privado y en el público, para coordinar ideas, proyectos comunes y aplicaciones de medidas oportunas y saludables en las políticas oficiales en lo económico, fiscal y laboral. El edificante ejemplo del progreso de la ganadería, logrado por inversores, genetistas, técnicos en general y trabajadores de campo, demuestra que paraguayos y extranjeros son capaces de asociarse muy conveniente y armónicamente para lograr juntos éxitos provechosos para todos. Ojalá que esta conquista de los ganaderos sirva de ejemplo para las demás actividades productivas y, sobre todo, a los políticos que, en el Gobierno, tienen a su cargo pensar en los planes de desarrollo para nuestro país, en concierto con la región y en consonancia con la globalización económica que nos invita a integrarnos al mundo desarrollado.

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En medio de tantos hechos deplorables que a diario golpean a la ciudadanía, surge un acontecimiento estimulante que merece destacarse: el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la actividad ganadera en nuestro país. Se lo suele poner de ejemplo, aquí y en países del extranjero, de cómo se logran resultados provechosos si se trabaja en serio, en el sector privado y en el público, para coordinar ideas, proyectos comunes y aplicaciones de medidas oportunas y saludables en las políticas oficiales en lo económico, fiscal y laboral.

El crecimiento al que se alude no fue solamente del hato ganadero, que ya de por sí es buen indicador de progreso, sino también de los miles de millones de continuada inversión en esa actividad primaria. Solo en lo que concierne a la producción destinada a la exportación, en el año 2008 el país ya superaba un millón de cabezas de ganado faenadas anualmente, según informes oficiales.

Con esas cifras y en esos años, esta actividad económica suponía, aproximadamente, el 11% de participación en el producto interno bruto del Paraguay, mientras que la expansión de sus efectos benéficos sobre la población económicamente activa rondaba el 17%, porcentaje bastante más significativo que el que tenía dos décadas atrás.

Además del formidable impulso cuantitativo cobrado por este rubro, los conocedores del tema elogian con entusiasmo el progreso cualitativo encerrado en el mejoramiento genético del hato paraguayo, que actualmente se hace notar con llamativa presencia de nuestra carne en mercados exigentes de otras regiones del mundo, algunas tan lejanas como nuestras antípodas, la República de China-Taiwán.

Un reciente nuevo hito constituye la exportación de ganado en pie, por vía aérea, al Ecuador con el objetivo de mejorar su genética local. Más que mero y normal negocio, estas noticias dan cuenta de un hecho que supera lo comercial para expandirse hacia ámbitos que no estamos acostumbrados a considerar cuando analizamos el rubro referente a la ganadería. Es halagador ver que el trabajo a largo plazo termina dándonos satisfacciones que no solamente son económicas sino también morales, anímicas, las que se sienten cuando se adquiere la conciencia del trabajo paciente, organizado, en suma, bien hecho.

Por estos logros no hay que elogiar solamente a los empresarios ganaderos, a sus asesores veterinarios, genetistas, agrónomos, técnicos, a sus administradores, al personal calificado y trabajadores de campo, sino también a los funcionarios públicos de los organismos estatales de ese ámbito, que supieron ponerse a la altura de un proyecto de crecimiento de semejante envergadura.

Esta exitosa asociación entre empresarios, profesionales particulares independientes, trabajadores en relación de dependencia, directores y funcionarios ejecutores de los planes económicos gubernamentales, debería servir de ejemplo para evaluar objetivamente las posibilidades que tiene la fórmula de política económica conocida como “alianza público-privada” para potenciar esa innumerable cantidad de ideas para el desarrollo económico que ella encierra.

El edificante ejemplo del progreso de la ganadería, logrado por inversores, genetistas, técnicos en general y trabajadores de campo, demuestra que paraguayos y extranjeros son capaces de asociarse muy conveniente y armónicamente para lograr juntos éxitos provechosos para todos. Si a ellos se agrega un sector público organizado, bien predispuesto, con mentalidad patriótica y conciencia de estar construyendo un pilar de desarrollo que se proyectará hacia el futuro, este círculo virtuoso queda cerrado, y sus logros comienzan a materializarse y hacerse visibles más rápidamente de lo esperado.

Ojalá esta conquista de los ganaderos sirva de ejemplo para las demás actividades productivas y, sobre todo, a los políticos que, en el Gobierno, tienen a su cargo pensar en los planes de desarrollo para nuestro país, en concierto con la región y en consonancia con la globalización económica que nos invita a integrarnos al mundo desarrollado, abandonando el derrotismo y esa masoquista reincidencia en ese tercermundismo enamorado del fracaso, el atraso y hasta, en ocasiones, del retroceso.

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