Desastrosa atención a la salud pública en el “nuevo rumbo”

De considerarse las quejas que diariamente se leen y oyen en medios de prensa en relación con la prestación de servicios públicos de salud, y tomando como base hipotética que solamente la mitad de ellas sean verídicas, tendríamos un panorama desolador con relación a este aspecto fundamental de la política social. Ayer nomás se informaba que se suspendieron remesas de fondos para 71 centros de salud por causa de que sus autoridades no rindieron cuenta de las anteriores recibidas, con la sospecha de que parte o todo ese dinero pudo haber sido empleado por los intendentes municipales en la campaña electoral que va en marcha en todo el país. Otra noticia habla de dos mujeres enfermas que debieron ser traídas en un viaje fluvial de tres horas desde Puerto Pinasco a Concepción, porque en su lugar de residencia carecían de los medios para ser atendidas. Entretanto, el ministro de Salud Pública, Antonio Barrios, que llegó a ese cargo de la mano del presidente Horacio Cartes, se dedica a hacer campaña electoral para ser miembro de la Junta de Gobierno de la ANR.

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De considerarse las quejas que diariamente se leen y oyen en medios de prensa en relación con la prestación de servicios públicos de salud, y tomando como base hipotética que solamente la mitad de ellas sean verídicas, tendríamos un panorama desolador con relación a este aspecto fundamental de la política social.

Ayer nomás se informaba que se suspendieron remesas de fondos para 71 centros de salud por causa de que sus autoridades no rindieron cuenta de los anteriormente recibidos, con la sospecha de que parte o todo ese dinero pudo haber sido empleado por los intendentes municipales en la campaña electoral que va en marcha en todo el país.

Otra noticia fue que dos mujeres, incluyendo una embarazada, tuvieron que realizar un viaje fluvial de tres horas de duración y 140 km, desde Puerto Pinasco hasta Concepción, para poder ser asistidas médicamente, debido a que la USF (Unidad de Salud de la Familia) de su lugar de residencia carecía de medios para realizar diagnósticos. Y eso que el actual Gobierno (al igual que los dos anteriores) se jacta de haber creado más de 700 de estas unidades de atención médica pública en 234 distritos de 17 departamentos del país. ¿Para qué se las crea si el Ministerio de Salud Pública no dispone de recursos económicos, tecnológicos y humanos para hacerlos funcionar como deben?

La respuesta bien podría hallarse en el marco del aparato general de corrupción; es decir, la táctica de inventar nuevos puestos para colocar a la clientela política en cargos estatales, para justificar malversaciones, derroches o latrocinio de fondos presupuestarios, para realizar negociados con medicamentos, equipos e insumos y, en fin, la larga y conocida lista de vicios de los que, lamentablemente, parece que ninguna institución pública está libre.

Entretanto, el ministro de Salud Pública, Antonio Barrios, que llegó a ese cargo de la mano del presidente Horacio Cartes, de quien era médico personal, se dedica a realizar campaña electoral para ser miembro de la Junta de Gobierno de la ANR. ¿Cómo va a atender con la diligencia que requieren y merecen los problemas de su cartera, si tiene que recorrer seccionales para levantar adherentes y votantes? Y, además, es inevitable, en vista de la experiencia, que la gente piense que parte de los fondos públicos que administra fueron dirigidos a la práctica del prebendarismo electoral. Precisamente, una denuncia periodística de distribución en Mariano Roque Alonso, en el marco de la reciente campaña colorada, de leche adquirida por el Ministerio de Salud Pública para niños carenciados, derivó en la destitución del director de la Undécima Región Sanitaria, Dr. Ángel Marecos. Puede pensarse que otros casos parecidos no fueron detectados por la prensa.

Un ministro del Poder Ejecutivo no tendría que asomar la nariz en una contienda partidaria, si no desea caer bajo la sospecha de estar malversando o cometiendo otros ilícitos con los fondos públicos que maneja en su calidad de administrador público. Pero, ¿quién va a tomar la iniciativa de investigar los costos de la campaña electoral personal del ministro Barrios para averiguar si dilapidó o no en ella los recursos que tendrían que estar aplicados a que esas dos mujeres de Puerto Pinasco pudiesen ser atendidas en su mismo pueblo, por ejemplo?

La lamentable defección del ministro Barrios es otra más entre muchas similares, es cierto, pero ejemplifica muy bien lo que ocurre en nuestro país cuando hay elecciones políticas, un acontecimiento que paraliza la mayoría de los motores del Estado, que suspende el funcionamiento de los servicios más esenciales para la sociedad y que llega hasta a postergar el tratamiento de temas acuciantes en el Poder Legislativo y hasta en la justicia.

Un ministro u otro alto funcionario que se aleja de su oficina, que se desentiende por varias semanas de sus obligaciones para ir a recorrer los campos de pastoreo del rebaño partidario, intentando conseguir un lugar en el cuerpo directivo del partido gobernante, debe tener un motivo muy serio. Cabe, pues, preguntarse, ¿para qué querría alguien como el ministro Barrios hacerse elegir miembro de la Junta de Gobierno de la ANR? No queda otra respuesta, al sentido común, que esta: para poder incrementar su influencia en los ámbitos de poder y perpetuarse en el cargo que posee o en cualquier otro equivalente, donde pueda continuar disfrutando de los privilegios y las ganancias que provee la política cuando es practicada de la forma degenerada que conocemos.

Entretanto, mientras los que tienen que conducir el carro del Estado para asegurar el correcto y puntual servicio público y el bien común se dedican a asegurar su porvenir y fortuna personal, la población más necesitada se debate entre la indiferencia y las carencias de quienes tienen el deber de asistirles. ¿Hasta cuándo creen los beneficiados por este sistema que la ciudadanía les aguantará esos abusos?

Este es un país paralítico por culpa de los internismos y las interminables campañas electorales; está copado por políticos inescrupulosos, ambiciosos y caraduras; no habrá que extrañarse, por tanto, de que muy pronto alguna minoría activa despierte a la mayoría indolente, enarbole la bandera del hartazgo y arranque para demoler todo, comenzando por el sistema democrático que tanto desprestigio sufre cuando es convertido en mero electoralismo. Por este camino suelen producirse esas revoluciones que acaban de un golpe con lo malo pero también con lo bueno. Esos movimientos que nunca son solución verdadera y que suelen instalar regímenes despóticos y liberticidas, como varias experiencias históricas latinoamericanas nos enseñan.

Si, lamentablemente, alguna vez nos sucediera algo parecido a los habitantes de este país, sabremos bien quiénes fueron los causantes, con nombres, apellidos, datos y cifras. Pero mucho mejor sería que no llegásemos nunca a tales extremos. De nuevo hay que decir que es la ciudadanía consciente, la que no está sobornada por el electoralismo o el partidismo prebendario, quien con su voto tiene la llave del éxito para superar esta infeliz y peligrosa etapa de nuestro devenir como sociedad libre y con ansias de mantenerse en el concierto de países libres.

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