El papa Francisco le dio en la tecla

La visita del papa Francisco a Chile y Perú dejó en cada uno de esos países algunas reflexiones que a los paraguayos nos vienen bien para analizar con franqueza nuestra propia realidad. “La política está enferma, muy enferma” en Latinoamérica, infectada por el “virus de la corrupción”, expresó entre otras cosas. La corrupción es un mal latinoamericano, que ha esquilmado a países otrora progresistas como Argentina, Brasil y Venezuela, y que ha lastrado el progreso de tantos otros, entre ellos el Paraguay. En algunos países se la combate y en otros se la tolera. Incluso, hay países, como el nuestro, donde no solo se la tolera sino que se la emplea para gobernar. Aquí, las acusaciones contra la inmoralidad de un político, por parte de otros políticos, no demuestran ninguna intención de rectificar las conductas desviadas y adecentar nuestro sistema democrático sino, simplemente, son un arma más a emplear contra el adversario. Por lo general, el político que acusa a otros de venalidad no es moralmente mejor que ellos. Hay mucho realmente por hacer para que Latinoamérica y el Paraguay, específicamente, logren salir del pantano en que los corruptos los metieron.

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La visita del papa Francisco a Chile y Perú dejó en cada uno de esos países algunas reflexiones que a los paraguayos nos vienen muy bien para analizar con franqueza nuestra propia realidad.

La corrupción es un mal latinoamericano, que ha esquilmado a países otrora progresistas como Argentina, Brasil y Venezuela, y que ha lastrado el progreso de tantos otros, entre ellos el Paraguay.

Si se quisiera llevar esta afirmación más lejos, podría decirse que está presente en todos los países del planeta, ricos o pobres, avanzados o atrasados. Incluso hay corrupción en el seno de la Iglesia católica, según lo reconoce el propio papa Francisco. Es un vicio que crece o se reduce de acuerdo a la mayor o menor vigencia de la legalidad y el buen o mal funcionamiento de las instituciones creadas para ordenar la existencia humana en sociedad. Pero en algunos países se la combate y en otros se la tolera. Incluso, hay países, como el Paraguay, donde no solo se la tolera sino que se la emplea para gobernar.

“La política está enferma, muy enferma” en Latinoamérica, infectada por el “virus de la corrupción”, expresó el Papa. La decadencia política proviene de la venalidad impune y de actitudes –como la indiferencia– ante la pobreza. Si se hubiese referido al Paraguay exclusivamente, no hablaría de enfermedad sino de agonía; porque, en nuestro caso, no solamente campea la inmoralidad en todos los ámbitos públicos y en todas, o casi todas, las personas que ejercen funciones administrativas, sino que, en ocasiones, corromperse es la única vía de acceso a la práctica política, como muy bien podrían atestiguar los candidatos electorales.

El Papa hizo notar, hablando en el Perú, que “Gana una oposición y acusa al corruptor anterior” (…) “Vuelve la otra parte y acusa al corruptor previo, y los dos tienen algo de razón” (…).

En nuestro país, las acusaciones contra la inmoralidad de un político, por parte de políticos, no demuestran ninguna intención de rectificar las conductas desviadas y adecentar nuestro sistema democrático sino, simplemente, son un arma más a emplear contra el adversario. Por lo general, el político que acusa a otros políticos de venalidad no es moralmente mejor que ellos.

En cuanto a la Iglesia misma, el papa Francisco instó a los obispos peruanos a denunciar abusos y excesos de los gobernantes. No está de más decir que este sayo les viene justo a los demás prelados de América Latina y a los del Paraguay, particularmente. En nuestro caso, hay que decir que no basta que tales denuncias se hayan limitado a las festividades de la Virgen de Caacupé, que fueron bien recibidas y aplaudidas por la ciudadanía.

Pese a la clara postura papal en referencia a la inmoralidad en la política, no deja de ser llamativo que nuestros políticos más contaminados hagan lo imposible por ir a visitarlo a Roma o a otro sitio, a sacarse fotografías con él y, en definitiva, a instrumentar la figura del Sumo Pontífice para intentar llevar agua a su molino y supuestamente fortalecer su propio prestigio.

En lo que va de su período, por ejemplo, el presidente Horacio Cartes viajó cuatro veces para fotografiarse con el papa Francisco; ha de ser un verdadero récord mundial. En algunos casos incluyó en su comitiva a averiados personajes como Javier Zacarías Irún, cuya imagen no es precisamente la de un político probo. Durante su visita al Paraguay, entre los privilegiados invitados por Cartes al Palacio de López para saludar al Papa figuró la cuestionada diputada colorada Cristina Villalba, conocida como la “madrina del Norte”, de una zona –Canindeyú– donde campea el narcotráfico, y vinculada con funestos personajes como Vilmar “Neneco” Acosta, condenado por el asesinato de nuestro periodista Pablo Medina y su acompañante Antonia Almada. Tal vez crean, ingenuamente, que en el Vaticano no saben quiénes son y cuáles son sus prontuarios.

Precisamente, el papa Francisco hizo una descripción de los vicios de la política que explica muy bien los casos que en este momento se están ventilando en nuestro país. “Un corrupto está tan seguro de sí mismo que no puede volver atrás”, explicó. “Son como esos pantanos chupadizos, que tú quieres volver atrás, pero te chupan. Es una ciénaga. Es la destrucción de la persona humana”. En nuestro país, lamentablemente, tenemos muchos “pantanos chupadizos”.

Y hay que llevar estos asertos más lejos aún, porque como no son pocos los políticos que dejan destruir su personalidad sino que constituyen la amplia mayoría, entonces ya cabría hablar de debacle moral. Nuestro país está tan cerca de esta situación que, si no se da una reacción ciudadana enérgica e intransigente, nadie apostaría un centavo por el futuro del Paraguay.

Hay mucho por hacer para que Latinoamérica y el Paraguay, específicamente, logren salir del pantano en que los corruptos los metieron. Es preciso recuperar la confianza en las instituciones, para lo que se debe comenzar por limpiar algunas fundamentales, como el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y la Fiscalía General del Estado, para poner ejemplos actualísimos. Una Justicia proba y eficiente no existe sin los hombres adecuados, por lo que cuanto antes se debe extirpar las manzanas podridas que la inficionan y envilecen.

Es de esperar que las palabras aleccionadoras del papa Francisco lleguen realmente a impactar en todos los paraguayos, católicos y no católicos, para que una conciencia moralmente fortalecida nos guíe hacia la formación de una nueva manera de practicar la política, que sea idónea para crear la sociedad mejor con la que la inmensa mayoría de paraguayos y paraguayas sueñan.

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