El presidente Horacio Cartes es un mentiroso

La insaciable ambición del presidente Horacio Cartes y del senador Fernando Lugo amenaza con llevar al país al desastre. En efecto, recurrir a la vía de una fraudulenta enmienda constitucional para permitir la reelección presidencial implica violar alevosamente el ordenamiento jurídico del país en un asunto de singular importancia para el buen funcionamiento de las instituciones republicanas. La tremenda insensatez que están cometiendo estos políticos habla muy poco de su patriotismo y mucho de su egolatría. Estos dos ambiciosos son los principales responsables de la crispación y la tensión existentes actualmente. Más aún, habrá que atribuirles la división de la sociedad, que puede llegar a extremos de violencia, de la que ambos serán los responsables. En manos de estos tipos el futuro que le espera al Paraguay es el mismo que el que sufre actualmente Venezuela. Frente a este sombrío panorama que se cierne sobre el país, los ciudadanos y las ciudadanas deben salir a las calles a hacer oír con energía su voz de rechazo a este intento de puentear la Constitución por parte de quienes quieren imponer sus malignas intenciones a toda costa.

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La insaciable ambición del presidente Horacio Cartes y del senador Fernando Lugo amenaza con llevar al país al desastre. En efecto, recurrir a la vía de una fraudulenta enmienda constitucional para permitir la reelección presidencial implica violar alevosamente en forma clara y directa el ordenamiento jurídico del país en un asunto de singular importancia para el buen funcionamiento de las instituciones republicanas.

Para que los paraguayos convivamos con la libertad imprescindible para labrar juntos una sociedad mejor, debe respetarse a rajatabla la Constitución. Ella no debe estar sometida a los caprichos de quienes desean aferrarse al poder o retornar a él por creerse imprescindibles en el ejercicio del Poder Ejecutivo. A Fernando Lugo no le basta con que pueda volver a aportar sus imaginarias luces desde un escaño en la Cámara Alta, y a Horacio Cartes no le satisface con que al abandonar el cargo pueda hacer lo mismo como senador vitalicio. Lo que quieren es volver a gozar o continuar gozando de las mieles del Poder Ejecutivo, mucho más apetitosas que las del Legislativo.

La tremenda insensatez que están cometiendo estos políticos habla muy poco de su patriotismo y mucho de su egolatría. No se les exige ni se les puede exigir que abandonen la vida política el 15 de agosto de 2018, pero sí que respeten la Constitución que juraron cumplir y hacer cumplir. Aunque les resulte incordioso, ella está por encima de cuanto les puedan soplar al oído sus respectivos adulones. Si la posibilidad de la reelección presidencial fuera más importante que la estricta observancia de la Ley Fundamental y, en consecuencia, se la impusiera mediante el soborno y la componenda como se está pretendiendo, resulta fácil imaginar que las normativas de inferior jerarquía serán luego sistemáticamente quebrantadas, por ellos y por todo el aparato del Estado abajo de ellos. Es decir, el clima enrarecido creado por la codicia desmedida de ambos personajes habrá de empeorar notablemente, demostrando una peligrosa inseguridad jurídica.

En particular, el Presidente de la República, en vez de afanarse en luchar con eficiencia contra el narcotráfico, la corrupción y la banda criminal EPP, así como en remediar el calamitoso estado de la educación, de la salud y de las obras públicas, ha emprendido una campaña que desvía su atención del interés general. Este interés público, que está obligado a priorizar, incluye el imperio de la Constitución. Pero hoy no coincide con el suyo, luego de haber negado antes reiteradas veces algún deseo de seguir en el Palacio de López.

Parece increíble que el presidente Horacio Cartes que está arremetiendo contra la legalidad sea el mismo que el 31 de octubre pasado se dirigió a la ciudadanía en estos términos: “Como sociedad hemos observado que el proyecto de enmienda no logra generar consenso. Las diversas interpretaciones no tienen claridad respecto de la viabilidad legal y, en consecuencia, pueden dividir a la sociedad paraguaya y fracturar al Partido Colorado. Somos testigos de la crispación y tensión que ha generado; no seré partícipe de este camino”. Si ahora se contradice de un modo tan descarado, no pretenderá que sus compatriotas vuelvan a creer en sus palabras. O sea que, además de alentar una violación de la Constitución para favorecerse, se está convirtiendo en un vulgar mentiroso, tan poco digno de ser tomado en serio como el senador Fernando Lugo, que en 2006, entonces obispo de la Iglesia Católica, inició su marcha hacia el Palacio de López con un acto multitudinario convocado para repudiar la pretensión reeleccionista del entonces presidente Nicanor Duarte Frutos. Hay hombres públicos que tienen la memoria corta y la desvergüenza larga.

Estos dos ambiciosos son los principales responsables de la “crispación” y de la “tensión” referidas en el comunicado presidencial mencionado. Más aún, habrá que atribuirles la división de la sociedad, allí oportunamente apuntada, que puede llegar a extremos de violencia, de la que ambos serán los responsables.

Ahora, si Cartes y Lugo, por desgracia para el país, triunfan en esta infame aventura, quedarán rehenes de muchos de los siniestros personajes averiados que les sirven de punteros, quienes les pasarán altas facturas que ellos no podrán rechazar, con lo que la Administración Pública será parcelada para responder a tales demandas, sumiendo aún más al aparato estatal en el clientelismo, la ineficiencia y la corrupción.

En manos de estos tipos el futuro que le espera al Paraguay es el mismo que el que sufre actualmente Venezuela, donde para que permanezca en el poder el fallecido Hugo Chávez, primero, y para instalar a su delfín, el gorila Nicolás Maduro, en su reemplazo después, “interpretaron” la Constitución a su gusto, con una Asamblea Nacional y un Poder Judicial títeres. El resultado está a la vista: conflictos sociales, violencia, inflación descontrolada, una cúpula gubernamental corrupta, escasez de artículos de primera necesidad y un pueblo hambreado.

Frente a este sombrío panorama que se cierne sobre el país, los ciudadanos y las ciudadanas deben salir a las calles a hacer oír con energía su voz de rechazo a este intento de puentear la Constitución por parte de quienes quieren imponer sus malignas intenciones a toda costa.

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