Encomiable decisión

Hace un par de días, en un discurso pronunciado en Carayaó, el Presidente de la República anunció que seguirá privando de sus privilegios a los politicastros colorados, aunque ellos se enojen, porque a él le están faltando recursos para atender a la ciudadanía. Alegra saber que esté reduciendo las prebendas de esa dirigencia acostumbrada a vivir del dinero público, a la que sus medidas le han provocado un comprensible disgusto. El Presidente de la República necesitará coraje para enfrentarse a quienes fueron o serán apartados del festín con el dinero de todos. Debe saber, sin embargo, que en esa dura faena estará respaldado por los ciudadanos que viven de su trabajo y aspiran a mejorar su nivel de vida, gracias a unos servicios públicos prestados con eficiencia y honradez.

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Hace un par de días, en un discurso pronunciado en Carayaó, el Presidente de la República anunció que seguirá privando de sus privilegios a los politicastros colorados, aunque ellos se enojen, porque a él le están faltando recursos para atender a la ciudadanía. Alegra saber que esté reduciendo las prebendas de esa dirigencia acostumbrada a vivir del dinero público, a la que sus medidas le han provocado un comprensible disgusto. Es que habrían visto “cortado el chorro personal”, en palabras del ministro de Agricultura y Ganadería, Juan C. Baruja, dichas en la misma ocasión. Horacio Cartes advierte que las apetencias de esos dirigentes son incompatibles con un Gobierno que desee invertir más recursos en la salud, en la educación y en las obras públicas.

Es de lamentar, empero, que aún no haya tomado medidas más enérgicas para sanear el presupuesto de tantos parásitos. No solo es cuestión de negar el acceso a cargos públicos bien remunerados a los seccionaleros de siempre, sino también de reducir el tamaño de la clientela política que cada uno de ellos instaló en el aparato estatal. Esa dirigencia, habituada a medrar a costa de los contribuyentes, sin más mérito que el de la capacidad de acarrear votos de cualquier manera, es un pesado lastre para el erario, tanto por los sueldos que indebidamente percibe como por los negociados que fragua desde sus poltronas.

Tampoco hay que olvidar que esa multitud de “recomendados” que ocupan los niveles inferiores de la administración pública sin que sus servicios sean necesarios supone una enorme sangría para el país. El titular del Poder Ejecutivo ha lanzado un desafío a la dirigencia colorada que seguramente acentuará la disidencia de los insatisfechos, a la que se sumará la de quienes en adelante sean afectados por la intención presidencial de “apretar más todavía”. Queremos creer que no ha incurrido en un exabrupto, sino que ha dado a conocer con franqueza una política bien meditada, que llevará a cabo contra viento y marea.

Ante la alternativa de hierro de atender los deseos de los correligionarios angurrientos o mejorar sustancialmente la calidad del gasto público, la decisión que responde al interés general de la Nación resulta bastante clara. De los dichos comentados surge que las líneas están tendidas y que la batalla que se avecina puede ser muy dura. No es habitual que se renuncie a una canonjía a la que todavía se cree tener derecho por el mero título del carnet partidario, como en la época de la dictadura stronista. El Presidente de la República necesitará coraje para enfrentarse a quienes fueron o serán apartados del festín con el dinero de todos. Debe saber, sin embargo, que en esa dura faena estará respaldado por los ciudadanos que viven de su trabajo y aspiran a mejorar su nivel de vida, gracias a unos servicios públicos prestados con eficiencia y honradez.

Si en lo que resta de su mandato se libera de una buena cantidad de inútiles y corruptos que esquilman el presupuesto, habrá prestado ya un enorme servicio al país. Y entonces podrá retirarse con la conciencia tranquila de haber optado por decisiones que buscan el bienestar de la generalidad de sus compatriotas y no por el bolsillo profundo de unos politicastros insaciables.

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