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En la semana que termina, el ministro de Hacienda, Santiago Peña, anunció que el Gobierno busca contratar cien ingenieros extranjeros para trabajar en empresas privadas vinculadas al Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC). La idea es conseguirlos en España, y ya hay avances en ese sentido, porque –al decir de Peña– “Paraguay no se puede dar el lujo de esperar cinco años para poder avanzar en sus obras de infraestructura”.
La responsabilidad principal de que se haya llegado a esta situación recae sobre los hacedores de las políticas públicas y la planificación. Hay una clara falta de prospectiva, de capacidad de reflexionar sobre el futuro. Y el futuro ya está aquí. Están en la mira por esta falencia el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo: el Ministerio de Educación, la Secretaría Técnica de Planificación, el Consejo Nacional de Educación Superior, el Consejo de Rectores de Universidades, la Universidad Nacional de Asunción, las universidades privadas y hasta los propios demandantes de los servicios que brindarán esos profesionales. Entre ellos se cuentan el Ministerio de Obras Públicas y otras empresas estatales, así como el sector privado.
Si el crecimiento económico se consolida y continúa el boom de la industria de la construcción, es evidente que se necesitarán cada vez más profesionales para el sector, con conocimientos más específicos en temas muy particulares. Pero la incapacidad de pensar a futuro, de planificar, de fijarse metas propicia que en nuestro país todo se haga a la bartola hasta que el problema estalla, como ahora. Un buen día no hay suficientes ingenieros en el país, o los que hay no tienen las capacidades que la industria requiere, y entonces es necesario importarlos.
Según las Estadísticas e Indicadores de Ciencia y Tecnología de Paraguay (EICYTP), que consigna los últimos datos conocidos, del año 2012, en el Paraguay se gradúan cinco abogados por cada ingeniero. Ese año, en las diversas ramas de la Ingeniería hubo 596 egresados. ¡Cinco abogados por cada ingeniero!
En una entrevista realizada en 2013, el Ing. Agr. Pedro González, entonces rector de la UNA, explicaba que el país necesita profesionales de acuerdo al crecimiento que está experimentando, y calificaba como esenciales para acompañar ese auge a carreras como Ingeniería Eléctrica, Ingeniería Electromecánica, Ingeniería Civil, Ingeniería Mecatrónica, Ingeniería en Telecomunicaciones, Ingeniería Industrial e Ingeniería Química. Sin embargo, reconocía que siguen siendo Derecho, Economía, Administración y Contabilidad las carreras que históricamente se mantienen entre las preferidas. Esa misma realidad se traslada a las demás universidades del país.
¿Cuál es el motivo de esta situación? En esa ocasión, el ingeniero González afirmó que “aquellas profesiones que necesita el país no se están produciendo en la cantidad que se requiere, porque son carreras de tiempo completo: el estudiante tiene que estar en la universidad de mañana y tarde, y no puede porque trabaja”.
Esta explicación es insuficiente. Si esa es la realidad, se debe pensar en la manera de atacar el problema. Para nada mediocrizando la oferta, y convirtiendo también las carreras de Ingeniería en “escuelitas pyhare”, sino creando becas y buscando patrocinadores que permitan estudiar a quienes sienten la vocación o demuestren aptitudes. También hay que saber vender estas carreras, hacerlas atractivas para los más destacados dentro de las decenas de miles de jóvenes que cada año terminan el colegio.
Para equilibrar la discrepancia entre la demanda laboral en el sector de las ingenierías y la oferta de profesionales, se necesitan pensamiento y políticas públicas que comprendan y prevean las fuerzas políticas y económicas que marcarán el rumbo en el país y en la región. Hoy se habla de importar ingenieros de España. Pero sabemos que la demanda insatisfecha va mucho más allá. En una entrevista, el arquitecto Víctor González Acosta, impulsor del World Trade Center y muchas otras obras de gran envergadura, expresaba que también hay una escasez grande de mandos medios para trabajar en la industria de la construcción. Faltan plomeros, electricistas, carpinteros y otros.
Pero no solamente en este sector están haciendo falta profesionales de todo tipo. Por ejemplo, en Asunción, la Asociación de Ingenieros Eléctricos está promocionando un curso de “Técnico Superior de Electricidad”, y en el Alto Paraná los productores están ofertando otro de “Perito Clasificador de Granos”, por la desesperante necesidad en esas áreas. Mientras tanto, en San Estanislao una universidad ofrece curso de Periodismo, y en Ypejhú otra tiene la carrera de Ciencias Contables, con mercados locales prácticamente inexistentes para dichas profesiones. Tenemos así una estrechez de miras –por lo menos, no más allá de sus bolsillos– de quienes abren universidades en los más alejados puntos del país, y una lamentable falta de orientación vocacional a nuestros jóvenes para elegir sus carreras.
A este paso, ¿llegará el día en que, por la incapacidad de planificar la oferta educativa, también habrá que importar gobernantes de Europa?