La ciudadanía está atenta al verdadero cambio

Un nuevo intento de mejorar nuestro sistema electoral juega hoy su suerte en el Senado. Se trata, nada menos, que de dar un paso adelante en el proyecto de eliminar las ya famosas “listas sábana”. Este mecanismo permite actualmente a las cúpulas partidarias apropiarse del derecho del ciudadano de elegir a quienes le representarán en los organismos electivos, permitiendo el ingreso en ellos de cada bestia de la fauna clientelística que constituyen una verdadera vergüenza para las instituciones gubernamentales y para los propios partidos. Los nuevos proyectos presentados posibilitan efectivamente que si un candidato de inferior posición en la lista logra obtener más votos que los de posición superior, pasa a ocupar el puesto que le corresponde por el número de votos exclusivos obtenidos, desplazando hacia abajo al resto de los candidatos. La ciudadanía debe estar atenta al comportamiento de los senadores en el tratamiento de este nuevo intento de democratizar nuestro sistema electoral. Anótese quiénes votan a favor y quiénes votan en contra, porque es allí donde se reflejarán fielmente la mentalidad y las intenciones de cada uno.

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Un nuevo intento de mejorar nuestro sistema electoral juega hoy su suerte en la Cámara de Senadores. Se trata, nada menos, que de dar un paso adelante en el proyecto de eliminar las ya famosas “listas sábana”. Este mecanismo posibilita hoy a las cúpulas partidarias apropiarse del derecho del ciudadano de elegir a quienes le representarán en los organismos electivos, permitiendo el ingreso en ellos de cada bestia de la fauna clientelística que constituyen una verdadera vergüenza para las instituciones gubernamentales y para los propios partidos.

Así, con este sistema, algunos legisladores se hicieron reelegir hasta cuatro veces; y otros, que jamás debieron ser siquiera candidatos, consiguieron ingresar a dignidades republicanas de las que no fueron ni son merecedores.

Dado tal régimen electoral, sucede que quienes desean competir por cargos electivos se ven en la necesidad de negociar con las cúpulas, convirtiéndose en vasallos tributarios de los grandes señores que manejan los feudos partidarios a través de sus movimientos, desnaturalizando por completo el sentido democrático que debe presidir los procesos electorales, donde se supone que es la voluntad de la ciudadanía la que debe primar y no la de esas oligarquías.

Los proyectos de reforma de la ley electoral que fueron presentados en la Cámara de Senadores, con el objetivo de al menos reducir la perversidad del régimen de “listas sábana”, mantienen el sistema de listas completas, cerradas y bloqueadas, que es el que tenemos actualmente, aunque con una modificación: la posibilidad de que el elector pueda escoger un candidato, de entre todos los que conforman una lista de candidaturas, y darle su voto exclusivo.

Esto supondría que al final del escrutinio el orden de la lista quedaría alterado por los votos exclusivos que cada candidato recibió. Este sistema también estaba contemplado en la Ley Nº 4584/12, recientemente derogada; pero en esta los votos que los electores daban a sus candidatos preferidos quedaban sometidos al sistema de distribución de escaños D’Hont, lo que hacía que cada voto exclusivo aprovechara también a los candidatos que ocupan los lugares más altos de las listas, con lo cual era poco menos que imposible que un candidato de inferior posición superara a los de arriba.

Los nuevos proyectos eliminan este inconveniente, de tal manera que, si un candidato de inferior posición en la lista logra obtener más votos que los de posición superior, pasa a ocupar el puesto que le corresponde por el número de votos exclusivos obtenidos, desplazando hacia abajo al resto de los integrantes. En otras palabras, el orden de las candidaturas que resulta de las elecciones internas de los partidos podrá ser modificado por los electores en comicios generales.

Se juzga que con este mecanismo electoral la ciudadanía podrá ejercer, en alguna medida, el “voto castigo” para los políticos “chatarra”, por causa de su ignorancia, sus errores, sus vicios y su mal comportamiento en su vida pública o privada. La experiencia futura enseñará si el mecanismo funciona o no de la manera esperada; mas, en todo caso, sin duda alguna, en el plano teórico este sistema electoral resulta claramente mejor que el que rige actualmente.

“No menos importante es destacar que de esta manera estaríamos avanzando en el proceso de consolidación de la democracia paraguaya, a la vanguardia de los sistemas electorales modernos, utilizados por varios países de la región y también por varios países europeos, quienes a través de estos sistemas pudieron fortalecer sus gobiernos”, expresa, en una parte, la presentación de uno de estos proyectos. Si este modo de pensar realmente refleja a la mayoría de los senadores, entonces la reforma propuesta no debería tener inconvenientes.

Es posible, no obstante, que los senadores de los partidos tradicionales, en particular los del Partido Colorado, se nieguen a votar estos proyectos (o la versión resultante de la unificación de ambos) en razón de que sus cúpulas perderán fuerza y correrán el riesgo de que la ciudadanía, más adelante, reclame ordenar las listas electorales “a su antojo”, lo que trastornará a esos dirigentes que ahora gozan del inmenso poder de negociar las posiciones con los aspirantes, por dinero, por apoyo, por votos o por lo que fuese, régimen que está tan alejado de lo democrático, que ya no es posible admitirlo ni como variante legítima de tal sistema.

El debilitamiento del exceso de poder y de los privilegios indebidos de que disfrutaron y disfrutan algunos capitostes que mandan y reinan dentro de los partidos políticos será una medida muy favorable para la democracia paraguaya. Los aparatos partidarios se reordenarán más libremente, se corregirá la verticalidad de tinte autoritario que actualmente predomina en ellos y se abrirán sus ventanas para airear tenebrosos claustros cerrados, con lo que esas organizaciones se verán muy beneficiadas, ya que podrán de nuevo resultar atractivas para los jóvenes de las generaciones emergentes, que hoy en día no ven en los partidos tradicionales sino maquinarias de repartir prebendas, manejadas por señores feudales, a las que nunca tendrán posibilidad de cambiar.

La ciudadanía debe estar atenta al comportamiento de los senadores en el tratamiento de este nuevo intento de democratizar nuestro sistema electoral. Anótese quiénes votan a favor y quiénes en contra, porque es allí donde se reflejarán fielmente la mentalidad y las intenciones de cada quien. Es preciso recordar que, si en este momento los senadores están debatiendo una reforma de la ley electoral, es exclusivamente porque tuvieron que hacerse eco de los reclamos populares. Si no se hubiera denunciado tan firmemente el sistema de “listas sábana”, nada de esto estaría sucediendo.

Pero no es suficiente. La mayoría de los políticos actuales defenderán con uñas y dientes el actual sistema que les beneficia indebidamente y coarta la libertad del elector. Por tanto, la propia ciudadanía debe participar activamente y proponer las modificaciones electorales que le permitan tener más protagonismo, promover sus reformas presentando sus propios proyectos de ley, y salir a las calles a ejercer la presión debida, para que los legisladores reaccionarios y renuentes se vean acorralados y no tengan más remedio que ceder a la ola democratizadora. Esa misma ciudadanía también puede organizarse en movimientos políticos –para cuya formación el Tribunal Superior de Justicia Electoral viene ofreciendo asesoramiento– y proponer candidatos que puedan ir ganando terreno y así desplazar a los dinosaurios y sus delfines que hoy están escamoteando el derecho ciudadano de decidir sobre sus representantes.

El despertar y la presión de la ciudadanía permiten ser optimistas sobre la proximidad del verdadero cambio.

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