La importancia del voto secreto

No en balde en los regímenes autoritarios se busca vulnerar de cualquier modo la intimidad de los ciudadanos a la hora en que van a manifestar su preferencia política en un acto comicial. En esos sistemas, como bien se sabe, la libertad y la dignidad humanas no cuentan porque, por encima de ellas, están los intereses “superiores” del partido gobernante.

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Aquí en nuestro país, veinticinco años de ejercicio democrático hacen ya casi imposible que esas malas artes políticas tengan éxito. Lo acaba de demostrar lo sucedido en la jornada de ayer, en Asunción, en que tres candidatos competían por la intendencia municipal, y uno de ellos, Arnaldo Samaniego, se presentaba por el partido en el Gobierno, habiendo sido promocionado directamente por el presidente de la República, Horacio Cartes.

La mayoría de las encuestas levantadas durante los últimos días de las campañas daban ganador al candidato opositor Mario Ferreiro, por un margen de 16 o 17 por ciento, que se entiende amplio, más aún considerando que el candidato de la ANR, que fue intendente durante cinco años y buscaba la reelección, contaba con todos los recursos públicos y el aparato estatal a su disposición.

Durante la jornada comicial, todos los sondeos por “bocas de urnas” contradijeron aquellos pronósticos previos y dieron ganador a Arnaldo Samaniego, lo que ponía en grave entredicho la eficacia técnica de las encuestas citadas.

Sin embargo, una vez avanzados al público los primeros datos del sistema de transmisión rápida de resultados de la Justicia Electoral, se deshizo velozmente la sorpresa que en la ciudadanía habían causado los resultados anunciados por las bocas de urnas, pues los números del TREP pusieron a Samaniego como perdedor, por más del diez por ciento, lo cual significó un vuelco realmente significativo.

Resumiendo: las bocas de urnas fallaron, los sondeos dieron datos falsos. ¿Por qué? La primera explicación que podría aventurarse es que mucha gente no manifestó a los encuestadores la verdad acerca de su voto.

Pero, ¿por qué una gran cantidad de electores no revelarían el sentido de sus votos o darían datos falsos, tal como se dio tan notoriamente, en Asunción, ayer? Hay explicaciones posibles. Por ejemplo, no sería muy fantasioso conjeturar que muchos colorados no votaron al candidato de su partido pero, al salir, dijeron que sí lo hicieron, confundiendo de este modo los datos del sondeo. ¿Por qué lo harían? Por temor y por prudencia, en primer lugar. Porque durante toda la campaña electoral los afiliados al Partido Colorado fueron repetidamente amedrentados, constreñidos a ser “disciplinados” y “leales” (en la forma especial en que estos adjetivos se entienden en los partidos). El propio Presidente de la República, degradando su investidura, se convirtió en jefe de campaña de sus candidatos. Hubo arreos, advertencias y amenazas de represalias contra los funcionarios públicos, a lo que buena parte de los votantes colorados supieron resistir y, para protegerse, se cubrieron con el manto del secreto, no revelando a nadie la verdadera decisión política que tomaron en el cuarto oscuro.

La confidencialidad permite que cada quien evalúe y decida íntimamente, de acuerdo a su conciencia, y que conserve intacto su derecho a revelar o no cuál fue su decisión. Es de esperar que este ejemplo cunda, se arraigue en todo el país y se inicie de esta manera el camino hacia el saneamiento moral de la Nación, aquel anhelo tantas veces proclamado por el recordado monseñor Rolón.

En Asunción, lo elocuente es que sus habitantes decidieron sustituir al intendente Samaniego por otro administrador comunal. Esta clara expresión de voluntad de cambio tiene, como es obvio, su causa principal en la grave defección que tuvo este intendente en sus cinco años de ineficiencia y despilfarro. El intendente Samaniego hizo muy poco por su ciudad, a pesar de ser el intendente capitalino que más cantidad de recursos económicos tuvo a su disposición en la historia de la Municipalidad de Asunción. Ganó sus elecciones en el año 2010 y luego se durmió sobre sus laureles. Despertó hace pocos meses, seguramente cuando decidió volver a postularse, y se lanzó a ejecutar algunas obras que tuvieron clara finalidad publicitaria, ya que para resolver algunas de las necesidades realmente importantes de la ciudad ya no tenía tiempo. El voto castigo que recibió ayer demuestra que en política cada vez es más difícil engañar con fuegos de artificio.

Este fracaso es también un toque de alerta para el candidato recientemente electo. Ferreiro no recibe un cheque en blanco de parte de la ciudadanía, sino un voto de confianza, el mismo que se le otorgó a Samaniego hace cinco años y que ahora se le revocó radicalmente. Ferreiro va a administrar una Comuna habitada por una ciudadanía más madura cívicamente, más exigente y con disposición para enderezar a los políticos que actúan torcidamente.

Igual cosa puede decirse de los habitantes de la mayoría de las ciudades y pueblos del interior que, con las excepciones de rigor, han demostrado ser más y más críticos en cada proceso electoral, y saber cuidar el valor de su voto y el secreto de su decisión. Son, pues, buenas noticias para la democracia paraguaya.

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