Los demócratas de la región abandonan al pueblo venezolano

Inexplicablemente, los Gobiernos latinoamericanos que se dicen “democráticos” siguen callando la escandalosa opresión y hambruna que el sistema autoritario e ineficiente de Hugo Chávez, primero, y de Nicolás Maduro, ahora, ha instalado en Venezuela. A ninguno de ellos parece importar que haya presos políticos –como el dirigente opositor Leopoldo López– ni que la gente forme larguísimas colas para tratar de conseguir artículos de primera necesidad, para citar solo dos expresiones de la profunda crisis política y económica que afecta a los venezolanos por culpa del Socialismo del Siglo XXI. Como el chavismo ha vulnerado todos y cada uno de los requisitos de una sociedad libre y próspera, no hay por qué sorprenderse de que el país caribeño esté al borde del abismo. Como bien lo reconoció el ex presidente de Colombia, Andrés Pastrana, “los demócratas hemos dejado sola a Venezuela”. Confiamos en que más temprano que tarde, los venezolanos despierten de esta pesadilla y que vuelvan a levantar a su país sobre el firme cimiento de la libertad política y económica.

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Inexplicablemente, los Gobiernos latinoamericanos que se dicen “democráticos” siguen callando la escandalosa opresión y hambruna que el sistema autoritario e ineficiente de Hugo Chávez, primero, y de Nicolás Maduro, ahora, ha instalado en Venezuela. A ninguno de ellos parece importarles que haya presos políticos –como el dirigente opositor Leopoldo López– ni que la gente forme larguísimas colas para tratar de conseguir artículos de primera necesidad, para citar solo dos expresiones de la profunda crisis política y económica que afecta a los venezolanos por culpa del Socialismo del Siglo XXI.

En verdad, el chavismo ha dejado de entusiasmar a los bolivarianos regionales porque ya no llueven los petrodólares como antes y porque la catástrofe es inocultable. Con todo, deberían multiplicarse las voces solidarias de los demócratas del continente para que los venezolanos que luchan por su país se sientan respaldados y para alentar el cambio en la patria de Bolívar, porque la situación ya no da para más.

Los venezolanos no deben sentirse solos. Por eso, es digno de encomio que los expresidentes de Chile, Colombia y México, Sebastián Piñera, Andrés Pastrana y Felipe Calderón, respectivamente, hayan estado hace pocos días en Caracas para asistir a un foro organizado por Corina Machado, una legisladora electa pero privada de su investidura por el régimen, e imputada por un delito de supuesta conspiración para asesinar a Maduro, inventado por este para endurecer su represión. A los dos primeros exmandatarios los cancerberos del chavismo les impidieron visitar a Leopoldo López, cuya liberación ha sido reclamada por Amnistía Internacional y por el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas, sin que la Organización de Estados Americanos se haya hecho sentir hasta ahora, como si su Carta Democrática Interamericana fuera letra muerta. Calderón exhortó a los venezolanos a que no se rindan porque “la libertad vendrá”, y a la opinión pública mundial a que esté atenta a lo que allí ocurre. Pastrana, por su parte, declaró al diario español El País que él siempre había dicho que “los demócratas hemos dejado sola a Venezuela”. Es cierto, y ya es tiempo de que la acompañemos. Sus demócratas deben sentir que cuentan con el apoyo de quienes comparten sus ideales. El gesto de los expresidentes debe ser imitado por los mandatarios en ejercicio, y su mensaje escuchado. Pero, con toda seguridad, estos alegarán la rebuscada excusa de que se trata de “una cuestión interna de Venezuela”, la cual no hesitan en vulnerar a su conveniencia, como ocurrió en nuestro país en 2012, cuando una patota de cancilleres de la Unasur encabezada justamente por Maduro prácticamente tomó por asalto el Palacio de López –con anuencia de Fernando Lugo– e intentó, incluso, soliviantar a las fuerzas armadas paraguayas.

La comunidad internacional, en especial la latinoamericana, debe empezar por exigir la liberación de todos los presos políticos, como el primer paso hacia el pleno restablecimiento de la democracia, tal como lo sugirió a su vez el expresidente costarricense Óscar Arias Sánchez en una carta enviada al referido foro. Es preciso ayudar a quienes bregan por el Estado de derecho y la reconstrucción económica. Los venezolanos solo tendrán pan y libertad si los jueces son independientes, si las leyes rigen para todos por igual, si la administración de la cosa pública es honrada, si la prensa es libre, si se impulsa la iniciativa empresarial, si se respeta la propiedad privada y si el Estado se priva de controlar la economía con regulaciones absurdas.

Como el chavismo ha vulnerado todos y cada uno de estos requisitos de una sociedad libre y próspera, no hay por qué sorprenderse de que el país caribeño esté al borde del abismo. Era previsible. Maduro ni siquiera puede atribuir su rotundo fracaso a un supuesto bloqueo, tal como lo vienen haciendo desde hace décadas los hermanos Castro para excusar el suyo. No puede alegar ninguna conspiración mundial para justificar el hecho de que Venezuela, siendo una potencia petrolera, haya llegado al extremo de tener que importar petróleo liviano de Argelia, tras haber incurrido en un colosal derroche de divisas y haber arruinado las finanzas de Petróleos de Venezuela SA.. Desesperado, el prepotente e inepto personaje visitó hace poco Rusia, China y el Medio Oriente en busca de créditos para salir del paso, pero volvió con las manos vacías porque nadie en su sano juicio pondría su dinero en un barril sin fondo. “Dios proveerá”, dijo entonces en la títere Asamblea Nacional, delegando la función gubernativa en el Supremo Hacedor, como si Él tuviera que ocuparse de los resultados de sus despropósitos.

Es llamativa también la indiferencia de los políticos e intelectuales de nuestro país, olvidando así que muchos demócratas paraguayos hallaron refugio en Venezuela cuando fueron perseguidos por la dictadura de Alfredo Stroessner y que desde allí llegaban mensajes de apoyo a nuestro pueblo. Corresponde que retribuyamos esa solidaridad, siguiendo de cerca lo que hoy acontece en ese atribulado país y reclamando desde ya la liberación de los presos políticos, como primer paso hacia la restauración de la institucionalidad democrática.

Confiamos en que, más temprano que tarde, los venezolanos despierten de esta pesadilla y que vuelvan a levantar a su país sobre el firme cimiento de la libertad política y económica.

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