No “golpean” a Cartes, golpean al país

Unas declaraciones atribuidas a la diputada (independiente) Olga Ferreira de López aparecidas en la prensa, acerca de la votación realizada en la Cámara de Diputados el pasado 26 de julio, que aprobó el subsidio de las deudas del grupo de campesinos que se manifiestan frente al Congreso, muestran que el caso es bastante más grave de lo inicialmente imaginado. “Le vamos a golpear a Cartes”, habría sido el comentario de un referente de la actual disidencia colorada ante la consulta sobre la intempestiva votación llevada adelante. Si bien la diputada Ferreira de López negó luego que se haya manifestado en los términos publicados en relación al presunto “golpe”, no hace falta, sin embargo, hacer mucho esfuerzo para imaginar que la dañina decisión adoptada por una mayoría de legisladores de sectores bien identificados se parece más a un contubernio político que trata de crear un grave daño al Gobierno antes que a una decisión meditada que busca el bien común de la Nación. La política no debería basarse en golpes bajos, en sorpresas o en artimañas en las que se sacrifique el interés general en aras del egoísmo electoralista. Estos episodios dan la impresión de que no estamos en manos de gobernantes, sino de jefes tribales.

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Unas declaraciones atribuidas a la diputada Olga Ferreira de López (actualmente independiente), aparecidas en la prensa, acerca de la votación realizada en la Cámara de Diputados el pasado 26 de julio, que aprobó el subsidio de las deudas del grupo de campesinos que se manifiestan frente al Congreso, muestran que el caso es bastante más grave de lo inicialmente imaginado.

“Le vamos a golpear a Cartes (Horacio)”, habría sido el comentario de un referente de la actual disidencia colorada ante la consulta sobre la intempestiva votación llevada adelante, pasando inclusive por alto trámites que suelen ser usuales, como un dictamen de comisión previo.

Si bien la diputada Ferreira de López negó luego que se haya manifestado en los términos publicados con relación al presunto “golpe”, no hace falta, sin embargo, hacer mucho esfuerzo para imaginar que la dañina decisión adoptada por una mayoría de legisladores de sectores bien identificados se parece más a un contubernio político que trata de crear un grave daño al Gobierno antes que una decisión meditada que busca el bien común de la Nación.

Los legisladores confabulados en dicha ocasión llevaron adelante como una aplanadora la votación en la que, como se sabe, ganaron los que estaban por el subsidio de deudas particulares de los campesinos manifestantes, sin tener idea acerca de cómo se iba a pagar esa cuenta, cuál iba a ser el origen de los fondos, a quiénes se les pagaría y por cuáles motivos, y, en fin, sin que este subsidio supusiera que los beneficiarios quedarían inhabilitados para nuevos préstamos.

Este caso, pese a lo delicado de sus implicancias y consecuencias, no pudo haber sido llevado adelante con más irresponsabilidad personal de parte de los legisladores. Porque los diputados, a su turno, hicieron exactamente lo mismo que habían hecho los senadores.

“Le vamos a golpear a Cartes”. Se haya o no pronunciada la frase, parece que en eso consistió la cuestión. ¿Puede concebirse que gente que tiene en sus manos la suerte del país, de su presente y de su futuro, en asuntos tan comprometedores se manejen con la mentalidad de pendencieros de patota callejera? Si pensaban que “golpearían” al Presidente de la República por no poder cumplir con las duras exigencias económicas de la atolondrada ley de subsidio, para desacreditarle ante la ciudadanía, lo que consiguieron, en primer término, fue golpear al propio país, a los ciudadanos y a las ciudadanas, ponerlos contra las cuerdas, y luego desacreditarse a sí mismos.

Al comprometer los destinos de la patria, de sus conciudadanos y hasta de las próximas generaciones, por medio de una simple maniobra de conveniencia política coyuntural, los coaligados demostraron que los más altos objetivos que conforman lo que solemos denominar “intereses superiores de la sociedad nacional” les tienen completamente sin cuidado. Lo que les mueve, lo que les entusiasma, es utilizar cualquier ocasión para debilitar al oponente. Esto tiene un único y expresivo nombre: politiquería.

De estos episodios cabe preguntarse, con aprensión, si cada vez que surge un problema importante para la suerte de nuestro país los diputados y los senadores, en vez de preocuparse por estudiar y hallar una solución rápida y conveniente para la nación, van a ponerse a averiguar cómo la pueden aprovechar para fortalecerse ellos mismos o para debilitar al adversario. Entonces, debemos concluir que no estamos en manos de gobernantes, sino de jefes tribales.

Ya no hay actos y decisiones políticas que puedan sorprendernos realmente. Lo inaudito, lo exótico, lo caprichoso e inconsulto se tornaron pan de todos los días. Los colorados del movimiento “Añetete” tenían la ocasión –en este caso de la condonación de deudas de los campesinos manifestantes– de demostrar su grandeza, su superioridad ética frente a su adversario interno. Debieron tener en consideración, en primer término, los intereses patrios y dejar en segundo plano la conveniencia táctica. Pero hicieron todo lo contrario. Los que votaron por el subsidio mostraron la mentalidad rastrera, indigna de quienes disfrutan autodenominarse “representantes del pueblo”.

Entonces, para hacerle pasar por un serio problema al presidente Cartes, los legisladores opositores nos metieron en un serio problema a todos los habitantes del país y los descendientes. Aprobaron perforar el erario con la carga de una cuenta deudora de un grupo de campesinos que nunca adoptó una actitud sensata y dialoguista –la que es de esperar de todo deudor moroso–, sino prepotente y, por momentos, hasta violenta. El planteamiento de los manifestantes tenía y tiene la suficiente envergadura como para merecer un estudio técnico financiero, detenido y riguroso.

La política no debería basarse en golpes bajos, en sorpresas o en artimañas en las que se sacrifique el interés general en aras del egoísmo electoralista.

Los senadores y diputados que votaron “sí” a la injustificable y nefasta ley de subsidio de deudas de los campesinos manifestantes merecen que nadie más vuelva a votar por ellos, ya que la suerte de todos –según demostraron– está depositada en muy malas manos. Los ciudadanos y las ciudadanas no solamente deben criticar a los malos políticos, sino también dejar de votar por ellos.

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