Nos educan para ser esclavos

En nuestro país, la ciudadanía ha venido eligiendo y reeligiendo a gente averiada para los cargos electivos, pese a que durante todos los días del año esa misma ciudadanía no ha parado de acercar quejas contra la mayoría de ellos. Es para no creer, pero la verdad es que nuestro arcaico sistema educativo en nada ha contribuido ni contribuye al desarrollo de una ciudadanía conocedora del valor del sufragio como instrumento para premiar a quienes la sirven y castigar a quienes se sirvan de ella. No ha servido para promover la libertad, la creatividad, el trabajo y la responsabilidad sino para fomentar el sometimiento, el fatalismo y la esclavitud. La educación paraguaya es tan favorable al mantenimiento del statu quo que parece haber sido concebida adrede para que proliferen esos politicastros de distintos pelajes que vemos todos los días, que avergüenzan a quienes los votaron mientras saquean el erario. Ese ciudadano que los critica pero luego les apoya en las urnas es alguien que ignora que a través de su voto tiene el poder de depurar las instituciones.

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En nuestro país, la ciudadanía ha venido eligiendo y reeligiendo a gente averiada para los cargos electivos, pese a que durante todos los días del año esa misma ciudadanía no ha parado de acercar quejas contra la mayoría de ellos. Con los conocidos fatos del Fonacide, por ejemplo, numerosos intendentes han sobresalido nítidamente por su pésima o corrupta gestión, y sin embargo, lo más probable es que varios de ellos mañana sean nuevamente electos como candidatos de sus partidos para las elecciones de noviembre próximo. ¿Cómo se explica esta lamentable situación?

Lo que ocurre con los intendentes y concejales también ocurre con los presidentes de la República, con los senadores y diputados, con los gobernadores: en cada elección al final se termina votando de nuevo por ellos, o por otros, pero de la misma calificación moral.

El dinero juega un papel importante para perpetuar esta deprimente realidad, pues sirve para comprar votos y montar un aparato para movilizar a los seguidores, incluyendo su transporte a los centros de votación. También la promesa de repartir dádivas desde el cargo que se obtenga resulta atractiva, sobre todo para los “operadores políticos” que cuentan con cierto número de votos cautivos. Puede también que se alegue que el elegido es el mal menor porque, al fin y al cabo, ya tiene la experiencia de la que carecen otros candidatos, aunque su desempeño haya sido deplorable. La resignación –como todos son iguales, da igual votar por cualquiera– es otro factor a considerar, y es afín a la cínica creencia popular de que el cargo electivo sirve solo para sacar un provecho personal: el que no roba es un tonto. Tampoco es desdeñable el elemento sentimental, es decir, la ciega adhesión a un partido político por motivos tradicionales o familiares.

Estas posibles explicaciones del hecho de que se vote por quienes nada hicieron en pro de la comunidad o por quienes carecen de atributos morales e intelectuales suficientes para servir a la ciudadanía remiten, en última instancia, a que la cultura cívica de una gran parte de los paraguayos y las paraguayas deja mucho que desear. Se dirá que quienes viven al día prefieren vender hoy su cédula por cien mil guaraníes antes que esperar a que la buena gestión de su representado redunde al cabo de los años en beneficios para el país, el departamento o el municipio.

Este deplorable círculo vicioso –la pobreza induce a votar por sinvergüenzas, cuya gestión servirá para reproducirla– debe ser roto mediante la concienciación. Solo un pueblo informado y bien educado puede extraer conclusiones correctas a partir de la evaluación de quienes compiten en unos comicios. La ignorancia nos está impidiendo buscar salir de la pobreza mediante el cambio positivo a través de las urnas, por lo que eso de la “alternancia en el poder” en la actualidad en nuestro país sirve mayormente para que los ladrones e ineptos de siempre se vayan turnando. En esta tétrica realidad política, quien no es consciente de que muchas de sus penurias son el resultado de la inescrupulosidad en el ejercicio de la función pública de los electos, sigue votando por sus propios verdugos.

Es para no creer, pero la verdad es que nuestro arcaico sistema educativo en nada ha contribuido ni contribuye al desarrollo de una ciudadanía conocedora del valor del sufragio como instrumento para premiar a quienes la sirven y castigar a quienes se sirven de ella. No ha servido para promover la libertad, la creatividad, el trabajo y la responsabilidad sino para fomentar el sometimiento, el fatalismo y la esclavitud. La educación paraguaya es tan favorable al mantenimiento del statu quo que parece haber sido concebida adrede para que proliferen esos politicastros de distintos pelajes que vemos todos los días, que avergüenzan a quienes los votaron mientras saquean el erario. Ese ciudadano que los critica pero luego les apoya en las urnas es alguien que ignora que a través de su voto tiene el poder de depurar las instituciones para que él y sus hijos puedan transitar por buenas rutas, asistir a escuelas, colegios y universidades bien equipados, y ser bien atendidos en hospitales con suficientes médicos, remedios e insumos.

Aquellos paraguayos que viven en zonas fronterizas pueden apreciar fácilmente las notables diferencias que existen entre sus ciudades y las de países vecinos, entre los servicios públicos que no funcionan a este lado de la frontera y los que sí funcionan al otro lado. La simple comparación debería inducirles a valorar su voto y ser mucho más exigentes con sus gobernantes. Si hoy no lo son es porque la educación recibida generó en ellos una mentalidad propicia al conformismo. No es que se sientan impotentes para cambiar las cosas sino que dan por sentado que “así nomás luego tiene que ser” en nuestro país. Acaso ni siquiera se pregunten por qué deben verse obligados a cruzar un río o una avenida para dar a luz o ser curados en otro país.

Según datos oficiales, el 94,7% de la población está alfabetizada, pero eso no implica, lamentablemente, que una muy importante porción de paraguayos adultos sepa evaluar a unos candidatos y votar considerando el interés general. Son aún demasiados los que se dejan arrastrar como borregos por los grandes responsables de nuestro atraso y por quienes, unos tras otros, ni desean ni pueden ayudar a superarlo.

Nuestro sistema educativo no ha servido al ciudadano para sacudirse de una práctica política que más bien lo somete a una humillante esclavitud y le impide desprenderse de ella. Urge, pues, modificar ese modelo que mantiene a nuestra sociedad en el conformismo y sometida a los caciques políticos. No hay otra forma de vencer el atraso y la pobreza en nuestro país sino a través de una educación cívica que nos permita tener un poco más de sensatez en la elección de las autoridades que administrarán la nación.

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