Otro cuento chino

El flamante candidato de la ANR a la presidencia de la República para los próximos comicios nacionales, Mario “Marito” Abdo Benítez, en su discurso en el acto de proclamación de su partido, pidió a jueces y fiscales coraje para combatir la corrupción e impunidad, una justicia valiente que iguale a los paraguayos, e instó a que “si hay un tumor que hay que extirpar, extirpémoslo a tiempo antes de que haga metástasis”. Es difícil tomar estas palabras como una expresión sincera, pues en ese acto, rodeando al candidato orador, se exhibían ostentosamente algunos de los políticos más corruptos de nuestro país. Para peor, casi todos ellos integran las listas electorales del partido que promete redención. A estas alturas, es imposible contentarse con las meras exhortaciones a “portarse bien” que haga un candidato cuando lo que se ofrece al elector para los próximos comicios es más de lo podrido que tenemos y conocemos. Los mismos nombres, los mismos vicios, las mismas limitaciones e ineptitudes, la misma podredumbre que nos imponen las “listas sábana”. Por eso, el discurso de “Marito” suena como un cuento chino más.

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El flamante candidato de la ANR a la presidencia de la República para los próximos comicios nacionales, Mario “Marito” Abdo Benítez, en su discurso pronunciado en el acto de proclamación de su partido expresó, entre otras cosas, que “Quiero una Justicia valiente. La corrupción e impunidad son el mayor cáncer que tiene nuestro país. Y desde este atril quiero dar un mensaje a los jueces y fiscales, respetando la independencia de los poderes: no solamente valen los títulos universitarios, sí vale el coraje para luchar contra la corrupción e impunidad y desde aquí, con los paraguayos, construir una Justicia valiente, la Justicia que nos iguale a los paraguayos y si hay un tumor que hay que extirpar, extirpémoslo a tiempo antes de que haga metástasis”.

Este párrafo puede ser interpretado como un mero adorno literario para engalanar la ocasión, o representar fiel y francamente su manera de pensar. Lamentablemente, basándonos en nuestra experiencia, esto último es muy difícil de creer. Se parece más a otro cuento chino, similar al que escuchamos en las últimas cinco elecciones, que al anuncio de un proyecto serio de reconversión moral de nuestros políticos y funcionarios. Hemos escuchado demasiadas veces discursos semejantes a los que después se llevó el viento.

En verdad, es difícil tomarla como una expresión sincera pues en ese acto, rodeando al candidato orador, se exhibían ostentosamente algunos de los políticos más corruptos de nuestro país. Para peor, casi todos ellos integran las listas electorales del partido que promete la redención. Estos atorrantes son los que, en primer lugar, debieron sentirse tocados por las palabras de su candidato, pero ninguno dio muestras de sentirse aludido. Tal vez fue así porque lo dicho por Abdo Benítez no era, en verdad, una amonestación a sus correligionarios pervertidos por la ambición y el desprecio hacia la ética y la legalidad, sino apenas una especie de amable solicitud dirigida a la gente del Poder Judicial (“desde este atril quiero dar un mensaje a los jueces y fiscales”).

Esos jueces y fiscales recordados por el candidato proclamado estaban lejos, pero frente al orador, frente mismo al candidato, sí estaba bien presente una cohorte de sinvergüenzas. El candidato proclamado debió dirigir algunas palabras similares a Víctor Bogado, José María Ibáñez, Javier Zacarías Irún, Nicanor Duarte Frutos y otros más con problemas con la Justicia o involucrados en graves hechos desdorosos. Pudo hacer alusión al imputado candidato electo a senador Óscar González Daher –no acudió al acto–, involucrado en el escandaloso caso de los audios que revelaron su mafiosa manipulación de la Justicia cuando era poderoso presidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM). Pudo sugerir la renuncia al cargo que ocupa ilegalmente –hace tiempo que ya venció su plazo– el fiscal general del Estado, su correligionario Javier Díaz Verón, hoy también investigado por enriquecimiento ilícito. Podría haber reclamado celeridad en los ya largos procesos judiciales, retenidos con chicanas, que afectan a los citados Víctor Bogado (caso de la “niñera de oro”) y José María Ibáñez (“caseros de oro”), entre otros.

Al no aludir con firmeza a estos y otros “nenes de pecho” de su partido presentes, se diría que “Marito” desconoce que va a concurrir a las próximas elecciones nacionales escoltado por una caterva de corruptos de primera línea, gente que ocupa altos cargos públicos y que, en vez de dignificarlos sirviendo en ellos con diligencia y honestidad, los aprovechan para robar al Estado, enriquecerse de mil maneras ilícitas, traficar influencias, realizar negociados y cuanta manganeta puedan perpetrar, cobijados bajo el manto de la impunidad que les proporcionan los fueros legislativos o los amigotes poderosos.

Ante esta realidad, no vamos a salir ahora a atribuirles a los fiscales, jueces y magistrados de la Corte Suprema la carga y culpa de la putrefacción moral imperante en las altas esferas gubernamentales. Es cierto que tienen buena parte de la responsabilidad de que este mal agobie al Paraguay de un modo tan repudiable, pero los administradores de la Justicia no serían tan venales, sumisos o cobardones si no estuviesen envilecidos por los padrinos políticos que, primero, los hacen nombrar, los corrompen enseñándoles el camino hacia el dinero fácil y les dan protección, después.

Entonces, a todos suenan huecas y no se puede creer una letra de las palabras citadas del candidato colorado. Si realmente quisiera combatir la inmoralidad en las esferas estatales, como dice, no debió haber aceptado que tantos notorios corruptos integren las listas de su partido; los hubiese expurgado antes de su elección. Ahora tienen la excusa de que tales candidatos no pueden ser eliminados porque fueron “electos por el pueblo”, pero esto es algo muy discutible, porque si al electorado se le presentan “listas sábana”, se le atan las manos y no hay manera de limpiarlas expulsando de ellas a los réprobos. Si fueran realmente honestos, esta labor debieron hacerla en su momento los jefes partidarios de todos los partidos, pero estos jamás se van a desprender de sus financistas malandrines.

Lo cierto y notorio es que tanto la ANR como el PLRA actualmente afrontan la vergüenza de contar en sus listas electorales con muchos impresentables, contra quienes sus propios correligionarios ya están comenzando a reaccionar por considerarlos “espantavotos”. Son tipos y tipas que ya mostraron sobradamente sus vicios morales e ineptitudes intelectuales en numerosas ocasiones. En efecto, se conoce muy bien de qué son capaces personajes como los citados anteriormente, o como los Blas Llano, Enzo Cardozo, Carlos Portillo, Jorge Oviedo Matto y otros. Y, sin embargo, están todos nuevamente allí, tratando de asegurarse el “rekutu”, sin sonrojarse ante las denuncias y acusaciones que proliferan contra ellos en la Justicia, en la prensa y en las redes sociales.

Las respectivas autoridades de los partidos tradicionales deberían emplear las herramientas necesarias para impedir que se postulen correligionarios bandidos, pero no lo hacen. Mario Abdo Benítez, Santiago Peña y Efraín Alegre, principalmente, hubiesen condicionado la aceptación de su candidatura a que los sinvergüenzas no integren sus listas. Esto sí hubiera constituido una medida convincente para creer que hay intención de luchar contra los corruptos, pero ninguno lo hizo, posiblemente ni lo pensaron en ningún momento. Ni lo van a hacer.

A estas alturas, es imposible contentarse con las meras exhortaciones a “portarse bien” que haga un candidato cuando lo que se ofrece al elector para los próximos comicios es más de lo podrido que tenemos y conocemos. Los mismos nombres, los mismos vicios, las mismas limitaciones e ineptitudes, la misma podredumbre que nos imponen las “listas sábana”. Por eso, el discurso de “Marito” suena como un cuento chino más.

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