Paraguay necesita directores patriotas en las binacionales

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El director de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), Abog. Juan Schmalko, cobra mensualmente 100.544.840 guaraníes, en tanto que cada uno de los miembros del Consejo de Administración –Ing. Carlos Arrechea, Federico Schultz, Emilio Cubas, Ing. Gustavo Samaniego y ahora la Dra. Sheila Abed– percibe 86.184.253 guaraníes. Estas sumas, en verdad, no se compadecen en absoluto con la escala salarial vigente en el sector público. La remuneración mensual del presidente de la República, incluyendo el gasto de representación, asciende a 37.908.800 guaraníes y es la más elevada del Presupuesto nacional, salvo el caso de los embajadores, cuya retribución en dólares puede superar la del titular del Poder Ejecutivo, según el costo de vida de los países en que residan.

Los jerarcas de la EBY viven entre nosotros, razón de más para que sus ingresos mensuales sean astronómicos para una población trabajadora en la que muchos ni siquiera ganan el salario mínimo.

Es comprensible, en consecuencia, el temor que produjo la reacción de los sindicalistas de las binacionales que se opusieron cuando el Poder Ejecutivo ordenó dar a conocer públicamente todos los salarios, con el argumento de que ello pondría en riesgo su seguridad: ganan tanto que sus abultados bolsillos muy bien pueden ser una tentación para cualquiera.

Lo mismo que en la Itaipú Binacional (IB), la relación allí existente entre las tareas realizadas y los ingresos mensuales está muy por encima de la que se observa en los órganos del Estado. Se trata de un apetecible destino para ganar mucho, trabajando poco. Y, para peor, el desempeño de nuestros representantes en las entidades binacionales hasta ahora ha sido de lo más deplorable para los intereses del Paraguay.

Esta calamitosa historia viene de lejos. Algunos funcionarios jubilados de Itaipú refieren que desde los tiempos en que el Ing. Enzo Debernardi fungía como director general paraguayo, quienes recalaban en la binacional como afortunados nuevos funcionarios recibían de sus superiores jerárquicos paraguayos inmediatos una enigmática advertencia: “Este es otro Paraguay; olvídese del Paraguay que usted conoce”. Con pocas excepciones, los primeros funcionarios con cargos ejecutivos designados en las mismas fueron escogidos por los directores generales paraguayos: Enzo Debernardi en Itaipú y Zoilo Rodas Ortiz en Yacyretá. El primero de ellos se llevó consigo a sus colaboradores de mayor confianza que venían trabajando bajo su administración en la ANDE, como los ingenieros Fidencio Tardivo y Carlos Facetti, entre otros. Por su parte, al no estar al frente de ninguna institución en el momento de ser designado por el presidente Stroessner como director paraguayo de Yacyretá, el ingeniero Rodas Ortiz no pudo darse el gusto de escoger a sus colaboradores principales, tanto para el Consejo de Administración como para la propia dirección ejecutiva de la novel entidad binacional. Se tuvo que contentar con los que le fueron impuestos por el dictador, por alguno de sus ministros más influyentes o por la media docena de generales que constituía el primer anillo militar del dictador. Así, fueron designados, como director técnico, el ingeniero Juan B. Brítez Caballero –nieto del general Bernardino Caballero– como director de Coordinación; el ingeniero Laureano Sosa, a instancias del Centro de Ingenieros Colorados, como director Administrativo; el ingeniero Andrés Ribeiro, funcionario de la ANDE, a propuesta del ingeniero Enzo Debernardi, por ser hombre de su plena confianza; y así por el estilo.

Con el tiempo, fueron ocupando cargos de directores, en Yacyretá, Joaquín Rodríguez, Ángel María Recalde, Carlos Cardozo Florentín, Elba Recalde, Miguel Fulgencio Rodrígez, Enrique Cáceres, y el actual, Juan Alberto Schmalko; y por Itaipú pasaron Salvador Gulino, Miguel Luciano Giménez, Federico Zayas, Jorge Ayala Kunzle, Víctor Bernal, Ramón Romero Roa, Carlos Mateo Balmelli, Gustavo Codas, Efraín Enríquez Gamón, Franklin Boccia, y el actual James Spalding.

Del modo relatado más arriba se establecieron las verdaderas “nomenklaturas” primigenias en ambas entidades binacionales, con siderales sueldos, comparados con los que percibían nominalmente entonces las altas autoridades del Estado paraguayo, incluido el Primer Mandatario. Obviamente, esto ocurría en la margen paraguaya del río Paraná como exacta réplica de lo que ocurría en el lado brasileño y argentino.

Había, por supuesto, una intención estratégica oculta en cuanto a los móviles de semejante prodigalidad salarial. Tanto las autoridades brasileñas como las argentinas, conociendo la escandalosa impronta corrupta que el dictador impuso como método de conservación del poder, sigilosamente armaron la maquinaria burocrática con la que pensaban expoliar al Paraguay de por vida. Necesitaban para eso cooptar de alguna manera camuflada a los funcionarios paraguayos de todos los niveles de la administración de las usinas, de modo que a ninguno de ellos se le ocurriera denunciar públicamente el inicuo sometimiento a que estaban expuestos nuestros compatriotas por parte de sus pares brasileños y argentinos. Entonces, no encontraron ninguna mejor herramienta para eso que el soborno disfrazado en forma de altísimos salarios, solo comparables con los de Wall Street o de las grandes corporaciones transnacionales.

Perversos como eran en sus fines, tales burocracias expoliadoras tenían un código propio de la mafia: al menor indicio de delación de la conspiración contra los inalienables derechos de nuestro país por parte de algún funcionario paraguayo patriota, sería drásticamente castigado por el tirano. El funcionario que tuviera la valentía de denunciar el sistemático robo de la energía generada en las usinas por parte de Brasil o Argentina mediante alteraciones en las planillas de los registros, o cualquier otra anormalidad perjudicial a los intereses paraguayos, iría a ser sancionado con la desvinculación ipso facto como funcionario de la entidad. Perdería su sueldazo.

Llegó la hora de que esa antipatriótica actitud por parte de los funcionarios paraguayos de las binacionales cambie. Es necesario que desaparezca ese “otro Paraguay” que existe en Itaipú y en Yacyretá. Si no, Brasil y Argentina seguirán robándonos a su gusto en ambas usinas hidroeléctricas.

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