Puercos y puercas

La iniciativa puesta en práctica por vecinos de Itacurubí de la Cordillera para combatir el desinterés por la higiene y limpieza urbana, consistente en difundir por los medios de prensa la parodia de un concurso de “miss Puerca y míster Puerco”, para poner en evidencia a las personas que mantienen sucios sus patios, baldíos y veredas, ha sido una idea brillante que ya está dando resultados, según el intendente local, Hugo Meza. El recurso del ridículo demuestra ser muy efectivo en este caso como herramienta de sanción social, especialmente donde las autoridades no se invisten del coraje necesario para hacer respetar las normas.

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La iniciativa pensada y llevada a la práctica por algunos vecinos de Itacurubí de la Cordillera para combatir el desinterés por la higiene y limpieza urbana, consistente en difundir por los medios periodísticos locales la parodia de un concurso de “miss Puerca y míster Puerco”, dirigido a poner en evidencia pública a las personas de la localidad que mantienen sus patios, baldíos y veredas llenos de malezas y contaminados con desperdicios, ha sido una idea brillante que ya está dando resultados, porque, según declaró recientemente el intendente de esa ciudad, Hugo Meza, del centenar de baldíos que aproximadamente hay en ella, ya se logró que alrededor de la mitad de los propietarios reaccionaran positivamente a la campaña.

El recurso del ridículo demuestra ser muy efectivo en este caso como herramienta de sanción social, especialmente donde las autoridades no se invisten del coraje suficiente para hacer respetar las normas, o no las quieren aplicar por los motivos que fuesen. Contra la impunidad de hecho o de derecho, por lo tanto, un efectivo remedio es el escrache, la mofa, el rechazo de los réprobos en clubes sociales y lugares públicos, la rechifla en cualquiera de sus modalidades, todo esto siempre dentro de los límites de la no violencia y con la moderación que sea apropiada de acuerdo a la buena educación.

Las redes sociales potenciaron enormemente la divulgación de esta clase de información, de tal suerte que, junto con los medios de prensa convencionales, hoy en día la gente no puede alegar estar desinformada, ya que posee acceso casi inmediato a las acciones que le afectan y que exigen la corrección de conductas éticas o legalmente desviadas, vergonzosas o peligrosas. Entre las primeras se hallan, sin duda alguna, el desinterés por el aseo y la higiene. Estas personas son las llamadas “puercas”.

El desorden en los hábitos de existencia, vivir rodeado de basura, no inquietarse por la falta de aseo, así como la irresponsabilidad e indiferencia hacia los focos de pestes y otras amenazas contra el equilibrio ambiental, la salud y la naturaleza en general, son características de los pueblos primitivos y de personas ignorantes, dos categorías en las que los paraguayos jamás quisiéramos que nos incluyan. Lo malo es que no estamos realizando los esfuerzos mínimos indispensables para no merecer la inclusión.

La suciedad no es solamente una cuestión estética, sino de salud elemental, como estos nuevos virus traídos por el mosquito Aedes aegypti vienen a recordarnos trágicamente. Por eso, ser puerco no es un asunto privado, porque además de ofender al prójimo, representa un atentando contra su salud; en la peor de las probabilidades, contra su vida misma.

Dejar la basura abandonada en la vereda, acumularla en cualquier parte, mantener desaseados los patios y baldíos, arrojar desperdicios en la vía pública, crear o no eliminar focos de proliferación de mosquitos, etc., etc., deberían ya, a estas alturas, constituir hechos ilícitos merecedores de sanciones penales, de la misma manera y por idénticos motivos que los atentados contra la integridad física, la salud, la vida y el honor de las personas son considerados delitos o crímenes.

Por razones tan serias como estas es que el concurso ideado por los vecinos con conciencia ciudadana de Itacurubí debe ser rápidamente imitado en todo el país. De este modo, si los puercos irresponsables no les temen a las leyes ni a las autoridades, ni sienten respeto por su vecindario, que por lo menos sientan la vergüenza de la sanción social, del ridículo y del rechazo a su indeseable persona.

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