Rechazar a indeseables que pretenden la reelección

Con desembozada violación de la Ley Electoral, muchos intendentes y concejales se aprestan a intentar ser reelectos, comenzando a distribuir profusa publicidad en las ciudades y pueblos. Así como no tienen vergüenza de burlar la ley que ellos mismos escribieron y sancionaron, así tampoco les ruboriza un ápice volver a prometer lo que prometieron en la campaña anterior y no cumplieron ni van a cumplir. Durante cuatro años, el intendente Arnaldo Samaniego no hizo absolutamente nada por la ciudad que administra, no honró sus promesas electorales; se dedicó a todos los “vyrorei” que le pasaron por la mente, desoyó los angustiosos llamados de la gente para combatir la insalubridad y la contaminación ambiental, el desorden del tránsito, el pésimo estado de los pavimentos, entre otras cosas, pero aspira a ser reelecto. No es, sin embargo, al único a quien culpar del estancamiento general y abandono que se observa en la capital y el agravamiento de sus grandes problemas, sino también debe hacerse con los concejales. La ciudadanía dispone de la mortal sanción a la que esta clase de políticos oportunistas le temen: el voto adverso.

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Con desembozada violación de la Ley Electoral, muchos intendentes y concejales del país se aprestan a intentar ser reelectos, comenzando a distribuir profusa publicidad en las ciudades y pueblos. Así como no tienen vergüenza de burlar la ley que ellos mismos escribieron y sancionaron, así tampoco les ruboriza un ápice volver a prometer lo que prometieron en la campaña anterior y no cumplieron ni van a cumplir.

Los nuevos semáforos que se están instalando apresuradamente en Asunción, pocos meses antes de las elecciones municipales en las que el intendente de la capital, Arnaldo Samaniego, aspira a ser reelecto, es algo que nos está enviando un mensaje muy claro a los ciudadanos electores: nos están diciendo que a esta clase de políticos su conciencia de funcionario les aparece solamente cuando está en juego algo que para él tiene mucho más valor que sus promesas: sus proyectos particulares.

Durante cuatro años, el intendente Samaniego no hizo absolutamente nada por la ciudad que administra, no honró una sola de las promesas electorales que personalmente vino con sus asesores a hacer en nuestro diario; se dedicó a todos los “vyrorei” que le pasaron por la mente, como declarar “hijo dilecto” a cuanto cantante, charlatán o saltimbanqui pasara por aquí, siempre que a él le cayera bien para aparecer en la foto. Desoyó todos los angustiosos llamados de la gente para combatir la insalubridad y la contaminación ambiental, el extraordinario desorden del tránsito capitalino, el pésimo estado de los pavimentos, los problemas seculares de los desagües cloacales, los semáforos inconexos o que directamente no funcionan, y un larguísimo etcétera.

Pero aspira a ser reelecto, porque en esta clase de cargos públicos el progreso es fácil y rápido, se consigue mucha influencia política y se dispone de cuantiosos fondos para manejar el electoralismo prebendario con que nuestra democracia, lastimosamente, está contaminada hasta los tuétanos.

De la anécdota de los semáforos hay que inferir, por ejemplo, que si solamente en vísperas comiciales un intendente holgazán e inepto se levanta de su poltrona a mover algunas cosas, deberíamos deducir que la solución para Asunción y las otras localidades que padecen el mismo mal sería que los comicios para renovar autoridades municipales se realizaran cada año. Solo así seis meses veríamos construyéndose algunas obras públicas y prestándose servicios urbanos indispensables.

Pero el intendente Samaniego no es al único a quien culpar del estancamiento general y abandono que se observa en la capital paraguaya y del agravamiento de algunos de sus grandes problemas, sino también a sus concejales. Los residentes y contribuyentes de Asunción tienen que pagar verdaderos sueldazos a 24 concejales, supuestamente para que estos legislen con miras a mejorar las condiciones de existencia en la ciudad y, sobre todo, para que vigilen la gestión del intendente.

En cuanto a esta segunda función, raro caso se encuentre que pueda servir de demostración de que tal misión y obligación están siendo cumplidas. Samaniego hace lo que se le antoja, con la connivencia y el silencio cómplice de la mayoría de los concejales. Estos funcionarios electivos no cubren y protegen al inoperante intendente por ser sus correligionarios simplemente, sino por otros motivos, mucho más simples y lucrativos, por dar alguna descripción.

De modo que a un intendente de Asunción le basta con mantener “acomodados” a 12 concejales para anular completamente la acción de la Junta Municipal. Y como nuestros políticos tienen la triste fama de “salir muy baratos” a quienes los requieren para convalidar algo inapropiado, entonces resulta que, invirtiendo un mínimo porcentaje de los cuantiosos recursos y oportunidades con que se cuentan, se puede aspirar a mantenerse inamovibles en el cargo, como el intendente capitalino, sin necesidad de hacer esfuerzos para ganarse el apoyo de los vecinos.

¿Por qué la gente les vuelve a votar a inútiles y haraganes?, preguntan algunos. Pues porque nuestro sistema electoral está diseñado de modo que quien logra asir las riendas del poder en un cargo o función, se le proporcionan, o se proporcione a sí mismo, todas las facilidades para eternizarse en el mismo.

Sin embargo, la ciudadanía dispone de la mortal sanción a la que esta clase de políticos oportunistas le temen: el voto adverso. Pero como no son tontos, no buscan votos en la ciudadanía cívicamente educada que habita en la ciudad, sino ellos van a comprar votos a las barriadas pobres, aprovechando las urgencias y necesidades que en esos lugares nunca cesan, repartiendo prebendas y ofrecimientos, cosas que les salen gratis, pues las primeras se solventan con el dinero público y las segundas no hay necesidad de cumplirlas, porque los concejales, que deben recordar y exigir al intendente el cumplimiento de sus promesas electorales, están en su mayoría siempre dispuestos a ofrecerle su silencio e inacción por “manejar” la Terminal de Ómnibus, administrar el Mercado de Abasto, los otros mercados municipales, etc., etc.

No hay otra manera de evitar que ineptos, oportunistas y sinvergüenzas sean reelectos que insistiendo y acelerando la educación cívica, la formación de consciencia e impulsando el interés de los electores por la calidad de vida en la ciudad que habitan. Nuestra apatía e indiferencia ciudadana son las que hacen posible que tengamos esta clase de autoridades. Luego de reconocer esta lamentable situación hay que poner manos a la obra para revertirla. De no hacerlo, la mayoría de nuestras ciudades y pueblos nunca podrán librarse de intendentes y concejales inútiles o sinvergüenzas como muchos de los que padecemos actualmente.

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