Se debe impulsar la capacitación laboral

La Dirección Nacional del Empleo (DNE) tiene registrados a 11.000 jóvenes y adultos que buscan una ocupación; increíble, y lamentablemente, solo 220 de ellos cuentan con una capacitación laboral. Si el preocupante dato fuera extrapolado a la totalidad de quienes están en paro o buscan su primer empleo, se llegaría a la dramática conclusión de que muy pocos de ellos saben hacer algo. La falta de mano de obra calificada impide no solo que se ocupen los puestos disponibles sino también que se creen otros nuevos. Junto con la corrupción y la pésima infraestructura, la carencia de personal idóneo en nuestro país es uno de los mayores obstáculos para la inversión. Para romper ese círculo vicioso de la pobreza –somos pobres porque la educación es mala, y esta es mala porque somos pobres– es imperioso dejar de lado la politiquería, el egoísmo y la falta de visión de nuestros gobernantes, e invertir urgente y mucho en la educación, especialmente en la capacitación laboral.

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La Dirección Nacional del Empleo tiene registrados a 11.000 jóvenes y adultos que buscan una ocupación; increíble y lamentablemente, solo 220 de ellos cuentan con una capacitación laboral. Si el preocupante dato –revelado por el propio jefe de dicha dependencia del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, David Velázquez– fuera extrapolado a la totalidad de quienes están en paro o buscan su primer empleo, se llegaría a la dramática conclusión de que muy pocos de ellos saben hacer algo.

La falta de suficiente mano de obra calificada impide no solo que se ocupen los puestos disponibles sino también que se creen otros nuevos. Junto con la corrupción y la pésima infraestructura, la carencia de personal idóneo en nuestro país es uno de los mayores obstáculos para la inversión. Según la Asociación Nacional de Carreteras, el déficit en el sector, que asciende a 16.500 personas, atenta contra la ejecución y la calidad de las obras públicas, lo que resulta inquietante porque conduce a un círculo vicioso: la deficiente red vial impide, justamente, atraer más inversiones para crear más empleos.

En el foro “Invertir en Paraguay”, realizado en junio en Madrid, el ministro de Hacienda, Santiago Peña, admitió que “no tenemos una mano de obra muy formada”, pero agregó que ella “aprende con rapidez”. Es comprensible que se haya expresado con mucha delicadeza, pero al menos en nuestro país es mejor decir la cruda verdad de que la enorme mayoría de la mano de obra desocupada no tiene la menor formación profesional y que su presunta rapidez de aprendizaje es un pobre consuelo. Entonces, el objetivo debe ser impulsar la formación lo más rápido posible, para que la gente pueda tomar parte en forma activa en los emprendimientos de desarrollo que están en marcha y en los que se avecinan.

Como el sistema educativo en vigencia se ha olvidado de preparar a los jóvenes para ganarse el pan en el medio en que se desenvuelven, caen necesariamente en la desocupación, a veces disfrazada con el nombre de subempleo. En la misma ocasión comentada, el ministro Peña agregó que el Gobierno ha otorgado becas para que 1.600 compatriotas estudien en universidades extranjeras, con la condición de regresar al país. Es auspicioso que jóvenes paraguayos sean enviados a realizar estudios superiores en el exterior, esperándose que las respectivas disciplinas escogidas sean útiles para el país y que, en efecto, retornen para devolver con su labor el apoyo recibido.

Ahora bien, a más de profesionales de alto nivel, lo que el Paraguay requiere con urgencia son personas cualificadas que puedan realizar el trabajo especializado que demanda el mercado y que, muchas veces, no presupone precisamente un estudio universitario. Según el jefe de la Dirección Nacional de Empleos, en Asunción y en el departamento Central se precisan hoy panaderos y carniceros, pero “si buscamos tener 50 panaderos profesionales no los vamos a encontrar; si buscamos 30 carniceros, será difícil hallarlos”.

Recordemos también que la Asociación de Ingenieros Eléctricos viene ofreciendo cursos de “Técnico Superior en Electricidad”, por la falta de profesionales para atender las instalaciones eléctricas de los miles de edificios que se construyen en el país, mientras los empresarios del Alto Paraná auspician cursos de “Perito Clasificador de Granos”, por la aguda escasez también existente en la materia. Esos y otros profesionales –hoy bien retribuidos dado su escaso número– podrían ser formados en cantidad suficiente por los colegios técnicos del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), por el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) y por el Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral (Sinafocal), dependientes del Ministerio del Trabajo. Para eso hace falta ampliar los respectivos programas y presupuestos, y erradicar la politiquería y la corrupción, que han infestado sobre todo al SNPP.

Al respecto, una rápida encuesta entre los jóvenes podrá detectar una alta preferencia por carreras como diseño gráfico, periodismo, relaciones públicas, secretariado, modelaje y otras hoy bastante saturadas de egresados, por lo que el MEC debe priorizar el bachillerato técnico frente al humanístico, para evitar el crecimiento de un “proletariado intelectual” que después no encuentra trabajo.

La encuesta de la DNE realizada en diciembre de 2014 reveló que solo el 25% de ellos había realizado algún curso de capacitación laboral que les permitiera conseguir más tarde un empleo. Por su parte, los empleadores suelen quejarse de que les cuesta mucho hallar trabajadores calificados, pero hasta ahora no se han preocupado de que el dinero que aportan al SNPP y al Sinafocal sirva para atenuar en medida apreciable la gravedad del problema. Deberían exigir que estas entidades públicas mejoren notablemente su gestión y, a la vez, mostrarse más dispuestos a facilitar en sus empresas la formación dual –teórica y práctica– de los jóvenes.

El presidente del Centro de Industriales Metalúrgicos, Carlos Oses Barrios, lamenta que tantos jóvenes se envicien, limpien parabrisas o hasta cometan delitos porque no hallan oportunidades laborales pese al auge industrial. En verdad, cada año ingresan unos 50.000 de ellos en el mercado laboral sin que, en una abrumadora mayoría, nuestro pésimo sistema educativo les haya dotado de las habilidades que les permitan ganarse dignamente la vida.

Nada significa que el Paraguay tenga hoy energía eléctrica abundante y barata, baja carga tributaria y buenos datos macroeconómicos si el paraguayo no puede conseguir trabajo porque es ignorante.

Para romper este círculo vicioso de la pobreza –somos pobres porque la educación es mala, y esta es mala porque somos pobres– es imperioso dejar de lado la politiquería, el egoísmo y la falta de visión de nuestros gobernantes, e invertir urgente y mucho en la educación, en particular en la que apunte a formar técnicos idóneos para las actuales necesidades del desarrollo de nuestro país.

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