Centro tecnológico costó 1.500.000 dólares y está abandonado por el MAG

El Centro Tecnológico Ybycuí-Koica, creado en 2002 para mejorar la calidad de vida de las familias campesinas, está abandonado y convertido en un cementerio de máquinas. El complejo costó 1.500.000 dólares y funcionó a medias durante 13 años. La administración está a cargo del Ministerio de Agricultura.

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YBYCUÍ (Aldo Lezcano, corresponsal). El Centro Tecnológico Ybycuí-Koica (CTY) está ubicado en la compañía Arazaty, distante a seis kilómetros del centro urbano de este distrito.

El complejo comenzó a funcionar en el año 2002, mediante un convenio con el Gobierno coreano, que aportó 800.000 dólares en infraestructuras y máquinas, mientras Paraguay puso como contraparte 700.000 dólares, según los papeles.

En las 65 hectáreas de tierras adquiridas se debían construir 20 viviendas, pero fueron edificadas 12 casas por incumplimiento del Gobierno de nuestro país.

Paraguay también se encargó de la instalación de sistemas de distribución de agua corriente y energía eléctrica.

Entre junio a diciembre de 2014 la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) cortó el suministro, lo que obligó a un grupo de productores a abandonar el local. Sufrieron millonarias pérdidas porque durante seis meses no pudieron regar sus parcelas.

Hace unas semanas el gerente de la oficina local de la Dirección de Extensión Agraria (Deag) y encargado del CTY, Ariel Silva, manifestó que tiene conocimiento de que las instalaciones en un tiempo estuvieron a cargo de la Dirección Nacional de Coordinación y Administración de Proyectos (Dincap), que maneja los recursos, luego pasó bajo la administración de la institución a la que pertenece.

La Deag prácticamente entregó el CTY al dirigente de la Federación Nacional de Productores Frutihortícolas del Paraguay (Fenaproph) Silvio Riveros, que tiene un proceso judicial por una presunta millonaria estafa en perjuicio del Ministerio de Agricultura y Ganadería.

“No tenemos posibilidad de arreglar las máquinas, pues no contamos con recursos ni siquiera para limpieza. Para las corpidas muchas veces saco de mi bolsillo”, dijo Silva.

Actualmente un área es explotada por una empresa privada que cultiva ka’a he’ê, mientras otro sector se destina a parcelas demostrativas de algodón. En otra parte trabaja en medio de muchas dificultades un productor pionero del lugar, de nombre Roberto Alonso.

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