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Es el único sobreviviente de entre ocho hermanos, tiene tres hijos, 12 nietos, 16 bisnietos y 3 tataranietos.
Entre las anécdotas de la cruenta batalla recuerda que sufrieron mucha hambre y sed. Mencionó que se alimentaban de las vísceras de animales vacunos y juntaban agua de lluvia para hidratarse.
Rememoró que durante la guerra encontró a dos de sus hermanos y a uno de sus cuñados, a quienes tuvo que enterrar. Dijo que para él ese fue uno de los capítulos más tristes de la guerra.
Cuando terminó la contienda, don Silverio se quedó en el Chaco paraguayo para hacer el alambrado para separar el territorio paraguayo del de Bolivia. Dos años más tarde regresó a Itauguá, donde formó familia y actualmente vive con sus dos hijos.