Niños y ancianos, primero

El día a día en los refugios de los desplazados por la inundación podría resumirse en la lucha diaria por la salud. Niños pequeños y personas de la tercera edad son los grupos más vulnerables y quienes más necesitan de atención médica. Las visitas médicas de voluntarios son insuficientes, aunque han logrado resultados positivos.

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La pequeña Dana, de 11 meses, volvió de la muerte cuando un grupo de médicos voluntarios la trató de un grave cuadro infeccioso en las vías respiratorias. Sentada en uno de los catres de la tienda que levantó su familia en Loma Conché (camino a Nanawa), hoy juega con los juguetes que recibió, junto con otros niños, como donación de La Misión. Alejandra Galeano (18), su madre, la mira feliz mientras cuenta con entusiasmo que el padre de la pequeña ya consiguió realizar “algunos trabajitos que alcanzan para ‘salvar’ la leche y el yogur”. La bebé comparte espacio también con su tía Blásida Galeano (20), embarazada de su segundo hijo. A sus siete meses de gestación todavía no sabe si espera una nena o un varón. “Los doctores vienen de vez en cuando, pero dijeron que mañana (por hoy) nos buscarían para ir a la ecografía porque mi vecina también está embarazada de cuatro meses”.

Mientras Blásida sueña con ropitas nuevas para su bebé y también una cuna en donde acostarle, irrumpe en la tienda doña Elba Esther Romero (56) con sus tres nietos.

Antes que presentarlos, los ostenta nombrándolos en orden cronológico: “Este es Ricardo y tiene diez años; el otro es Alfredo, de siete, y Óscar, de cinco, que el año que viene ya va a ir al jardín de infantes”, explica mientras viene a dejarlos al cuidado de las Galeano pues ella irá a buscar “agua para preparar la comida”.

Estas son algunas familias que migraron desde Nanawa hacia Loma Conché, la mayoría de las mujeres no tiene trabajo porque se dedicaban a las tareas domésticas. “Ahora hay agua por todos lados y ni una sola casa para limpiar”, dice Alejandra Galeano. “Mi sueño es tener casa propia en un terreno que no se inunde jamás”, agrega. Unos diez kilómetros más arriba de las aguas, don Remigio Gómez (97) descansa en su catre bajo la tienda que levantaron los militares en la ciudad de Falcón. “El se halla acá. Mucho lloró cuando lo quisimos llevar a otra ciudad. Por suerte está sano”, dice su hija Beatriz Gómez, de profesión modista.Texto y fotos:

mescurra@abc.com.py

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