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En la zona norte del departamento de Alto Paraguay en un periodo de 10 años la ganadería tuvo un crecimiento acelerado. En 2005 se registraban 500.000 cabezas de vacunos y actualmente el hato ganadero es de 1.600.000.
Los pescadores de las comunidades indígenas aseguran que existe escasez de peces en el río Paraguay y que obedece a la contaminación producida por las periódicas quemazones y fumigaciones de los campos pastoriles donde se reproducen los ganados vacunos.
Francisco Franco (57), cacique de la comunidad Virgen Santísima de los Ishir de Fuerte Olimpo, dijo que se dedica a la pesca desde que era muy pequeño. La actividad le permitió criar a sus cinco hijos, pero que en los últimos años fue mermando la población ictícola en el río Paraguay.
“En nuestras tradicionales embarcaciones (batelón) solíamos surcar el río para capturar peces con nuestros arcos y flechas, así como un tipo de lanzas. No teníamos necesidad de recorrer grandes distancias”, mencionó.
Sin embargo, actualmente las tareas de pesca duran varios días por los largos recorridos. Además, a pesar de contar con redes, la cosecha es ínfima, aseguró.
Varios ganaderos de la zona del pantanal utilizan fertilizantes para fumigar sus campos pastoriles y así eliminar las malezas, mientras otros realizan quemazones. En la temporada de grandes lluvias las aguas inundan estas propiedades y luego se escurren hasta el río. Así se produce la contaminación del agua del río, explicó el cacique Ishir.
A consecuencia de eso se registra mortandad de peces en forma periódica, que antes no ocurría, indicó el líder nativo.
Salomón Báez (66), otro pescador Ishir de la comunidad Virgen Santísima, a lo relatado por Francisco Franco agregó que debido a la situación las personas dedicadas a la actividad pesquera comienzan a sentir necesidades económicas.
“No recuerdo que anteriormente haya habido mortandad de peces en el río, como actualmente se da después de las grandes lluvias”, dijo con una expresión de impotencia Báez.
Quemazones
Con las quemazones periódicas se destruyen varias hectáreas de bosques, lo que significa la eliminación de la flora y la modificación del hábitat de animales silvestres, que emigran a otras zonas y así alteran sus formas de vida. Como efecto, numerosas especies, como el yaguareté, se encuentran en peligro de extinción.
Los ganaderos pagan hasta G. 1.500.000 por cada yaguareté muerto porque el animal representa un peligro para los vacunos. Con la destrucción de sus hábitat son presas fáciles de los cazadores furtivos.
Esto es facilitado por el nulo control de la Secretaría del Ambiente (Seam) y el Instituto Forestal Nacional (Infona), que deben velar por la preservación de las últimas reservas boscosas de nuestro país. No se cuentan con datos exactos sobre la cantidad poblacional de los yaguareté en el Alto Chaco, pero durante el lanzamiento del Plan de Manejo del Yaguareté 2017-2027, en mayo pasado, se habló de unos 300 a 500 ejemplares que podrían existir en Paraguay.
Alternativa de trabajo
Ante la escasez de peces los indígenas tienen como alternancia de trabajo la apicultura aprovechando la rica biodiversidad de flora del pantanal. Sin embargo, el cacique Francisco Franco asegura que las continuas quemazones realizadas por los ganaderos también ponen en riesgo la producción, atendiendo que el fuego y el humo destruyen los cajones de los panales, ahuyentan o matan a las abejas.
Franco dice que la abundancia de flores en la zona permite realizar tres cosechas anuales de miel. Esto representa buenos ingresos económicos, siempre que las quemazones no arrecien.
Sostuvo que en una oportunidad el fuego arrasó con las cajas de los colmenares y lo poco que se salvó quedó vacío porque las abejas huyeron del humo.
calmiron@abc.com.py