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En los años anteriores, autoridades civiles y militares alertaban del riesgo de que el Pilcomayo ingrese en la ciudad. Los sacerdotes de la misión San Agustín reclamaron la intervención de la Comisión Nacional del Pilcomayo y el Ministerio de Obras Públicas.
El Comando de Ingeniería de las FF.AA. en forma solitaria y con escasos medios mantenía en pie el muro levantado con postes de quebracho.
La valla aguantó casi 10 años pero el río terminó ganando por cansancio: un descuido de las autoridades fue suficiente para que ingrese al poblado.
El tema es que no se trata solo de la inundación, el problema real es generado por las miles de toneladas de arena que se depositan en el lugar. Pedro P. Peña quedó convertido en un lodazal, cuando el agua se retiró la arena quedó en el lugar.
La ruptura de la defensa varió el curso del Pilcomayo y se abrieron cauces por donde ingresan las aguas cuando desborda.
Fue cuestión de tiempo que el monte terminara por apoderarse de Pedro. P. Peña; hoy es una ciudad fantasma.
Quizás no habría corrido esa mala suerte si las autoridades del momento hubieran realizado el esfuerzo de protegerla.
No lo hicieron y los árboles terminaron por tomar cada centímetro de lo que fue una ciudad y capital departamental.