“¡Andate a la China!”

Muchos de nosotros quizás hemos escuchado la expresión, “andá a la China”. Se utiliza, aunque no muy frecuentemente, para expresar poca cordialidad. He puesto en práctica la literalidad y puedo decir que es una experiencia más que placentera.

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La última persona que quizás habrá querido utilizar esta expresión conmigo fue mi madre. Mamá, lo hice y te puedo decir que quedé impresionado. Me permito utilizar esta figura sin intentar ofender a nadie. Lo que pretendo hacer es contar mi experiencia en Taiwán, en donde me encuentro invitado por el Gobierno de ese país.

Taiwán es una pequeña isla que celebró 103 años de vida el 10 de octubre, el último viernes. En este tiempo ha logrado consolidarse como una de las potencias asiáticas. He podido hacer un breve recorrido por el país, de unos días, de la mano de amables funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores que acompañan a un grupo de periodistas extranjeros.

He podido ver cosas maravillosas en Taipéi, en donde estoy hospedado. Esta ciudad ofrece infraestructura de primer mundo, que les agrega placer a las caminatas. Este país está altamente tecnificado, pero no ha olvidado las cosas simples, como andar en bicicleta.

La ciudad tiene bicisendas bien señalizadas. Los ciclistas y peatones pueden circular con tranquilidad, protegidos por las señales de tránsito. Al estar aquí he intentado una comparación, teniendo como la otra referencia a Asunción. No he podido encontrar ninguna semejanza, pero sí, lamentablemente, un universo de diferencias.

Asunción camina con pasos de elefante hacia una mejor infraestructura. Como habitante de la capital paraguaya, envidio profundamente a los habitantes de Taipéi.

Esta ciudad tiene un cómodo y eficiente sistema de metro, posee trenes elevados, ómnibus preparados para transportar a discapacitados y sobre todo climatizados y seguros.

Wifi público

El celular que llevo en Taipéi, con el que no hago llamadas telefónicas por los enormes costos, detecta en todos lados señales gratuitas de wifi. Es una ciudad que te ayuda a conectarte. Es una ciudad limpia y ordenada.

Uno literalmente se deslumbra por las noches, todo está iluminado. Es una ciudad tremendamente amigable. He visto muchas motos, al igual que en Paraguay, pero por supuesto, ninguna sin chapa. Los taiwaneses en general y los de Taipéi en particular son respetuosos y muy amables. Siempre hay una forma de comunicarse con ellos, aunque el idioma puede convertirse, eventualmente, en una barrera.

Tampoco he visto motociclistas sin cascos. Los vehículos no necesitan prácticamente utilizar la bocina, aunque siempre hay personas impacientes. Lamentablemente, esto es una constante en Paraguay. Asunción debe ser una de las ciudades más ruidosas.

En las últimas horas, el grupo de periodistas invitados por el Gobierno para las celebraciones del Doble Diez, considerada la fiesta más importante de Taiwán, pudo hacer un recorrido un poco lejos de Taipéi.

En la localidad de Yilang, a unas dos horas de Taipéi en colectivo, visitamos dos lugares: algo parecido a un centro comercial y la destilería que produce uno de los orgullos de la isla, el whisky Kavalan.

El primer sitio parece una gran feria, con un enorme jardín y una especie de lago artificial en el que los niños alimentan a hermosos y grandes peces.

Uno encuentra artesanía, comidas típicas, un templo y lugares en donde se puede apreciar música y teatro taiwanés.

No es precisamente un lugar barato, pero que ofrece una gran variedad de sensaciones. Ahí se puede ver, por ejemplo, a un hábil chino haciendo fideo de arroz, con una técnica increíble.

El sábado estaba repleto el lugar. Miles de personas recorrían los callejones para rezar, comer, o disfrutar de shows musicales y artísticos en compañía de chicos y jóvenes. En un momento dado, el sitio se transformó en un gran teatro, porque actores saltaron a escena, en medio de la multitud, para representar varios actos.

Es una experiencia inigualable.

La industria de whisky Kavalan es también digna de visitar. Es uno de los productos muy conocidos de Taiwán. Es una bebida que ha sabido ganarse su lugar en el mundo, aunque en Sudamérica no es muy conocido aún.

Con la ayuda de guías, hemos podido observar todo el proceso para la fabricación de la bebida, desde el tratamiento que reciben los barriles que son utilizados.

Para llegar a este pueblo se deben atravesar varias zonas montañosas. Los vehículos utilizan túneles construidos a través de las rocas. Estos pasadizos tienen hasta teléfonos de emergencias.

Taiwán es un país pequeño, aunque eso no le ha impedido convertirse en una nación líder en materia de desarrollo económico. La base de su éxito fue la agricultura y el trabajo de su pueblo. Aún hoy, a pesar de que generan miles de millones de dólares en negocios de sus industrias, uno puede ver el rastro de la producción de la tierra.

Muy cerca de Yilang se observan enormes plantaciones de arroz, que están prácticamente metidas en zonas residenciales. He podido ver enormes mansiones que destinan su patio para el desarrollo de esta actividad productiva.

Sin temor a represalias puedo decir que podría vivir en Taipéi, pero no pienso dejar mi ciudad, aunque me gustaría que el presidente Horacio Cartes, que también estuvo en estos días por aquí, logre implementar en nuestro país algo de lo que vio en Taiwán.

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