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Nuevas o viejas violencias estimuladas por un boom del narcotráfico postergan el fin del último conflicto armado de América.
ELN
En el departamento del Chocó, fronterizo con Panamá, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) es ley.
“Seguimos considerando la vía armada como la única, porque las vías legales están cerradas en Colombia”, dice “Uriel”, comandante del Frente de Guerra Occidental Ómar Gómez.
Con el rostro cubierto, desconfía de la “voluntad” del gobierno, con el que los rebeldes negocian la paz en Quito desde febrero.
El ELN está en tregua desde octubre. Pero tras la salida de las FARC, el grupo guevarista se consolidó como “actor dominante” y se expandió a otras zonas donde no estaba.
Narcocultivos
Un solo municipio en Colombia, mayor productor mundial de cocaína, concentra el 16% de los narcocultivos: Tumaco.
Está en la frontera con Ecuador y es una ruta de droga hacia Estados Unidos, principal consumidor.
Hasta 15 grupos armados se disputan hoy el territorio que controlaban las FARC. Hay muertos, desplazamiento y temor.
Mientras se negociaba la paz, los plantíos de coca saltaron de 96.000 a 146.000 hectáreas entre 2015 y 2016.
La insaciable demanda y la valorización del dólar explican este crecimiento.
Presionada por Washington, Bogotá se propuso acabar este año con 100.000 hectáreas.
Disidencias de FARC
Cinco meses antes de que se firmara la paz, unos 300 guerrilleros renunciaron al acuerdo. En la actualidad ya son casi 1.000, implicados en narcotráfico y la minería ilegal, según el gobierno.
“No son guerrilleros, son grupos del narcotráfico”, afirma Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflicto (CERAC).
Crimen
Cali es la ciudad del Pacífico con más homicidios de Colombia y una de las más peligrosas del mundo.
Los narcotraficantes trabajan a lo largo del Pacífico e invierten, lavan dinero y saldan deudas en esta ciudad. La mitad de los homicidios son crímenes sicariales, según la policía local.