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Tras la agitación separatista, Cataluña está dividida y los ultranacionalistas podrán seguir en el Gobierno de la Generalitat, aunque Puigdemont se mantiene huido en Bélgica, mientras en España la justicia lo investiga por los actos ilegales del pretendido proceso separatista.
Los grupos nacionalistas, porcentualmente, perdieron apoyo del voto popular, obteniendo el 47% del electorado.
Pero con esa minoría, por el sistema electoral vigente, poseen más bancas que los constitucionalistas, que lograron el voto popular mayoritario.
La formación que quedó en segundo lugar, la separatista Junts per Catalunya, está estudiando fórmulas reglamentarias para hacer posible que su líder, el destituido Puigdemont, pueda ser investido nuevamente aunque esté “ausente”, pues un regreso a España acabará con él en prisión.
“Desde la distancia no es posible participar en el debate de constitución de la mesa del Parlament; su reglamento no permite una investidura a distancia”, indicó ayer el abogado del líder catalán Jaume Alonso Cuevillas.
En tanto, los empresarios catalanes hicieron oír su voz y protestan por vivir en la inestabilidad desde hace meses. El referéndum separatista del 1 de octubre terminó derivando en una fuga de empresas.
La llegada de turistas y la confianza en la inversión ya se habían deteriorado, y el resultado de las elecciones en Cataluña es negativo para el crecimiento económico, porque supone prolongar la incertidumbre.