Rebelión de los paraguas contra la dictadura china

El paraguas, que ha servido de escudo contra el gas pimienta de la Policía china en las manifestaciones de Hong Kong, se ha convertido en un símbolo de la forma pacífica en que se desarrollan las protestas en la ciudad, cuyos habitantes reclaman mayores libertades al régimen dictatorial comunista.

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HONG KONG (EFE). Están en cada esquina y sus usos son múltiples: a modo de sombrilla para combatir el sofocante calor, de refugio ante las lluvias que caen sin previo aviso en esta isla de clima tropical o como pancartas, con eslóganes en diversos idiomas que llaman al mundo a hacerse eco de la “revolución de los paraguas”.

Los parasoles fueron el refugio de los manifestantes durante la violencia policial que se vivió el pasado fin de semana, pero también su posterior fuerza.

La imagen de una hilera de paraguas tras los que se protegían los estudiantes de los gases pimienta y lacrimógenos corrió como la pólvora en Hong Kong y despertó el enfado de muchos, jóvenes y adultos, que decidieron ponerse en pie y defender a sus conciudadanos, hijos o compañeros.

Se produjo entonces un punto de inflexión, cuando la represión atrajo a más personas y cuando se bautizó al movimiento haciendo alusión al improvisado escudo de los estudiantes.

Pero los paraguas ya estaban allí antes de que la Policía lanzara los gases. “Fue gracias a un foro que utilizamos, creado hace mucho tiempo, en el que alguien aconsejó que debíamos traer paraguas.

Supimos entonces que era un infiltrado de la Policía y le hicimos caso”, explica Harry, un profesor de una escuela de educación superior, mientras se esconde de los rayos del Sol bajo un parasol negro en el que se lee: “Apóyanos”.

Las redes sociales son también claves en la rebelión que se vive en Hong Kong (que, a diferencia del resto de China, aquí no están censuradas) y que sigue la estela de otras protestas.

Hasta ahora, las protestas han tenido dos caras: la diurna, cuando el número de gente es menor, y la nocturna, cuando se han llegado a aglomerar cientos de miles de personas, a la salida de sus correspondientes clases o trabajos.

Aunque la manifestación sea organizada, tenga símbolo y un nombre, no posee un líder claro, sino distintas voces.

Convergen en un objetivo: concienciar a la ciudadanía de su derecho a voto, pero la falta de una estructualización puede hacer que la revolución de los paraguas acabe fracasando.

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