Aquel 12 de junio fue un día especial no solo para los combatientes. Las campanas de las iglesias repicaron, las sirenas de los barcos se adhirieron al júbilo y miles de personas civiles se congregaron frente al Palacio de López para celebrar la firma del protocolo de paz.

El documento representaba el fin de una cruenta guerra que dejó gran cantidad de muertos y heridos en ambos frentes.

La Guerra del Chaco (1932-1935) que enfrentó a Paraguay y Bolivia movilizó a unos 320.000 hombres. De ellos murieron 80.000 (50 mil bolivianos y 30 mil paraguayos) y quedó un elevado número de heridos y mutilados.

Tanta pérdida en vidas humanas hizo que el cese del conflicto sea una verdadera fiesta de alegría y esperanza para la ciudadanía.

Y todo el pueblo salió a las calles a recibir con honores a los gloriosos soldados paraguayos que el 22 de agosto de 1935 hicieron su regreso triunfal con el desfile de la victoria. Con aplausos, vítores y desbordadas emociones, los héroes del Chaco, con el mariscal José Félix Estigarribia al frente, desfilaron por las calles asuncenas. Fue Palma el epicentro del recibimiento. Una gran demostración de patriotismo a los que ofrecieron sus vidas en defensa de la soberanía nacional.

Al armisticio le precedieron tres años de intensas negociaciones diplomáticas para alcanzar un acuerdo justo para ambas naciones. Finalmente, el 21 de julio de 1938, se firmó en Buenos Aires (Argentina) el Tratado de Paz, Límites y Amistad, con Bolivia. Con ello quedaron definitivamente zanjadas las diferencias entre los dos países hermanos. Hoy, el Chaco Boreal constituye para el Paraguay un territorio sagrado que honra el sacrificio y la sangre derramada de sus valientes hijos.