Amar y acompañar en los años de estudio

Cuando llega el tiempo en que los niños inician el ciclo escolar, luego la secundaria y más tarde la universidad, a la par los padres y madres toman el timón de acompañamiento económico y también emocional. Habrá cansancio, estrés, alegrías, exigencias múltiples en un largo transitar.

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¿En qué se origina la ansiedad o preocupación de los padres por la mejor educación? Para la psicóloga Mariana Morales Girala, hay que diferenciar lo que es una preocupación normal de la ansiedad. “Es normal que los padres nos sintamos preocupados por tomar las mejores decisiones para el bienestar y el futuro de nuestros hijos. Los amamos. Sin embargo, cuando hablamos realmente de ansiedad, nos estamos refiriendo a miedos irracionales y desproporcionados que afectan tanto a los padres como a los hijos, porque limitan las oportunidades que tienen los niños de vivir una infancia sana y feliz. Cuando los padres sufren ‘ansiedad escolar’, pueden llegar al punto de una sobreprotección que les va a privar –a sus hijos– de la libertad que necesitan para explorar el mundo, aprender a tomar decisiones e incluso aprender a equivocarse y aprender de sus errores”.

–Idealmente papá y mamá deben colaborar en toda la etapa académica.

–La participación de los papás en la educación de los hijos tiene formas muy diferentes en la sociedad actual. Sin embargo, uno de los problemas más frecuentes es cuando el padre participa a la hora de mirar la libreta, pero se desentiende de la gran labor de enseñarle al niño a amar el aprendizaje y enfrentar retos académicos. No hay que esperar que el chico sea adulto para involucrarse en sus decisiones. Lo ideal es que ambos padres sean proactivos y tengan conversaciones frecuentes entre ellos sobre cómo quieren llevar adelante el futuro académico de sus hijos a corto, mediano y largo plazo.

–¿Qué ocurre cuando se asume el mandato social de enviarlo a un colegio de élite?

–Están los casos de los padres que tienen en cuenta la tradición de sus padres y abuelos, y se basan en el apego a la tradición familiar.

Muchas veces ambos padres lo convierten en motivo de conflicto conyugal, porque las discusiones se basan en aspectos emocionales que no son negociables para una o ambas partes. Otro factor emocional importante es la creencia de que los colegios de élite garantizan el éxito académico y social de los hijos. Pero eso puede no ocurrir. Es importante tener en cuenta el poder adquisitivo antes de tomar una decisión acerca del colegio. La clave está en analizar los valores que cada familia considera importantes, y si los padres piensan que ese colegio es el más indicado para su hijo, enseñarle a desempeñarse en ese ambiente con madurez e integridad, sin perder sus valores.

–¿Existe la proyección de lo que papá o mamá quisieron ser en los hijos?

–Todos quieren que sus hijos se destaquen en la vida. Mucho se trata de la creencia de que cuando los hijos son exitosos significa que fuimos exitosos como padres, pero el amor al aprendizaje, las ganas de triunfar o la elección de una carrera no puede forzarse. Es importante resaltar que todas las investigaciones hablan de que lo más influyente en el rendimiento en el colegio, es la actitud que los padres demuestran ante el aprendizaje. Lo mismo pasa con las profesiones. Cuando ven que papá, mamá o abuelo ama su profesión, el hijo tendrá una actitud favorable con respecto al trabajo, le será importante amar lo que se hace, aunque al final elija otra carrera.

–¿Cuál es la mejor manera de respetar la decisión o tendencia profesional de los hijos?

–Hay que apoyar sin condiciones, esto significa permitir a los hijos que exploren cuáles son sus fortalezas e intereses a medida que crecen. Hacer que participen de una gran diversidad de actividades sociales y recreativas donde aprendan más sobre sí mismos y sus propias habilidades. Acompañarlos en este proceso con una actitud abierta y sabiendo que muchas veces los intereses van cambiando a medida que van madurando. Ser conscientes de que nosotros tenemos nuestros propios prejuicios con respecto a ciertas profesiones –que nunca nos cuestionamos– y que pueden no ser los únicos puntos de vista correctos. Enseñarles a tomar decisiones en base a la experiencia, alentándoles para que hagan pasantías, que visiten los lugares donde se realiza el trabajo que les interesa para observar cómo se trabaja en vivo y en directo, que conversen con los profesionales para poder hacerles todas las preguntas que tengan.

–“¡Mi hijo ingresó!”, o la desilusión de que no superó los exámenes, es otro momento clave para los padres.

–Los exámenes de ingreso generan tiempos de estrés para las familias en general, y lidiar con un rechazo afecta a todas las partes. Frecuentemente me encuentro con situaciones de estrés académico en el consultorio, donde es beneficioso trabajar con los padres y poder procesar los fracasos académicos de forma constructiva, orientándolos acerca de cómo motivar a los hijos y seguir adelante hasta lograr el éxito.

–¿Cómo ayudar acertadamente al hijo que no sabe qué estudiar?

–Tenemos que ser conscientes de que los jóvenes tienen mucha presión, desde niños se les pregunta constantemente qué quieren ser cuando sean grandes y se espera que definan pronto. Incluso nuestro sistema educativo hace que los jóvenes tengan que decir qué tipo de bachillerato quieren cursar, y esto implícitamente va delimitando sus intereses a una edad muy temprana. Por eso es importante evaluar si es algo de suma urgencia que se reciba de la facultad a los 23 años, o si puede tomarse un tiempo para explorar mejor sus intereses con experiencia laboral, haciendo cursos breves de capacitación, y recibirse un poco después. Recordemos que presionar y acelerar una decisión no es lo mismo que enseñar a tomar una buena decisión.

lperalta@abc.com.py

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