El lavatorio de los pies

El Evangelio que se proclama es de San Juan (Jn 13, 1-15). Este pasaje relata el momento de una cena; pero el comienzo del capítulo dice que es antes de la fiesta de la Pascua, y que Jesús sabiendo que había llegado su hora.

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También el texto señala que está la tarea ya prevista de Judas y que Jesús sabe que el Padre ha puesto todo en sus manos. Entonces, se propone dar un ejemplo a sus apóstoles. Es decir, el evangelista encuadra el hecho dentro de ambiente de plena claridad de circunstancias. En otras palabras, no hay confusión o indefinición, sino serenidad a pesar, seguramente, de dolor. Se remarca que Jesús tiene clara su misión. Tiene plena conciencia del Padre y su voluntad de manifestarlo a los hermanos en toda su plenitud, y por ello transmite seguridad.

En este ambiente se describe el gesto de Jesús, cual es el de lavar los pies a sus discípulos. Este rito la Iglesia la ha conservado y la repite en cada Jueves Santo. Está mandado que sea realizado dentro de la Cena del Señor y constituye uno de los gestos que solemnizan aún más el ambiente de la Semana Santa.

Lavar los pies, se sabe, era una tarea encomendada a los sirvientes, incluso tarea de los esclavos, pero sí era un acto de cortesía de parte del dueño de casa para un visitante, por ejemplo. De esta constatación podemos concluir que Jesús realiza un acto de humillación. Sin embargo, a tomar en consideración las expresiones de Jesús se puede, sin lugar a dudas, concluir que con dicho gesto se dignó mostrarnos su dignidad y su grandeza. Y, lo va a decir con las expresiones “Porque les he dado el ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes”. Ahora por qué se debe hacer esto pues porque “Ustedes me llaman el Maestro y el Señor … si yo, el Señor y el Maestro les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros” (cf. Jn 13, 14-15).

El hecho protagonizado por Jesús es verdaderamente una revolución frente al pensamiento que proyecta el contra Dios. Así, en el libro del Génesis (cf. Gn 3, 1 ss), cuando narra la tentación y el pecado, a través de la figura de la serpiente, abiertamente se presenta a Dios como enemigo, como quien quiere privar a la humanidad de sus posibilidades.

Ese pensamiento es el que todavía hoy algunas corrientes o instituciones incluso proyectan sobre la idea de Dios y atribuyen a la Iglesia como ser la que frena el desarrollo científico. Sin embargo, Jesús es Dios hecho hombre que al lavar los pies a sus hermanos y ordenar que lo imitemos, nos devuelve a la verdad. Dios es quien pone su vida al servicio del hombre, hasta dar la vida por él. De hecho el mismo texto señala que Jesús, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Ese amor extremo es el que puede romper todas las barreras y, dispone a uno a hacer la tarea que le corresponde sin prejuicios.

Para centrar más la atención la narración se vuelve puntillosa pues dice que Jesús comenzó a lavar los pies. Definitivamente, Jesús hace un servicio que se perpetuará y, lo hace con los pies pues en adelante los pasos serán custodiados por el mismo Maestro y Señor. Esos pasos serán también huellas de la misma presencia salvadora del Señor.

El hecho se detiene con Simón Pedro, quien se resiste a que Jesús realice con él su tarea. Sin embargo, la enseñanza del Maestro es también un llamado a la obediencia que significa apertura a aquello que Dios quiere enseñarte.

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