Elegir el piano

Leticia Altamirano Monte (44) es la hija mayor de la destacada profesora de piano Edith Altamirano. Docente de música como su madre, agrega a su vocación la unión de la música y la psicología. “Mi aporte personal y profesional es ayudar a superar las limitaciones”, afirma.

https://arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/NQERIHVMCJDLLGL7L4HE27PDZI.jpg

Cargando...

El Instituto Artístico Musical Mimby, dirigido por Edith Monte de Altamirano, cumple 27 años de docencia. Leticia Altamirano es la vicedirectora. También sus hermanas menores Olivia y Melinda conforman este equipo femenino dedicado a la enseñanza de piano.

“Mi mayor inspiración en la vida es mi hermana Olivia –resalta nuestra entrevistada–, porque a pesar de sus capacidades especiales sale adelante cada día; no sabe leer, pero tiene oído absoluto, además pinta cuadros, es cariñosa, vive sonriendo. Pero durante mi infancia y adolescencia tuve muchos interrogantes sobre ella, por eso seguí psicología, para hallar respuestas”.

Leticia trae en la sangre el amor por la música. Fue excelente alumna tanto en el colegio como en las clases de piano. Lógicamente, su mamá fue su profesora y su padre, José, le marcó la disciplina, los horarios de estudio. “Fui una niña muy obediente, no tuve rebeldías ni lamenté no ir a fiestas como mis amigas. Soy lo que quise ser”. A los 15 años se recibió de profesora superior de piano, también estudiaba danza clásica, cursó hasta el 9º con Teresa Capurro, pero tuvo que elegir una de las dos exigentes carreras. Paralelamente estudiaba inglés y declamación.

Con su amplia preparación, Leticia eligió la docencia y no ser concertista. Ama la interacción que tiene con sus alumnos y halló el modo de aplicar la psicología. “Siempre quise integrar la música con la psicología. No tengo ningún cartel que dice ‘hago musicoterapia’ ni lo hago ‘a escondidas’, sencillamente combino bien ambas cosas. Por ejemplo, una mamá me trajo a su hijo pequeño que tenía problemas de motricidad, cuando llegó no podía ni agarrar un lápiz. Con las clases de piano lo ayudé en la parte psicomotriz; ahora está por terminar el colegio. Así tengo otros chicos que son hiperactivos o con algún problema de concentración, de socialización”. Leticia no ve el piano como una carrera aislada, “no conozco muchas pianistas psicólogas vocacionales. Mi aporte como docente de música y psicóloga es ayudar a que mis alumnos superen las limitaciones que tienen en el colegio o la vida cotidiana”.

Esta incansable maestra ha logrado un lazo muy cercano con sus alumnos y exalumnos. “Me escriben como si fuera su hermana mayor, ninguno me recuerda como ‘la profe rígida’. Trato de ser una amiga y complacerlos (¡hasta “Despacito” ya enseñé porque me piden!), a pesar de que también busco el momento y la manera de que entiendan que el piano requiere compromiso”.

Sobre los padres actuales opina que los ve muy comprometidos con la educación de sus hijos, “siempre les digo que aprovechen la suerte que tienen de poder estudiar a nivel privado, porque cuántos chicos que no pueden pagar ven frustrados sus sueños y talento; en este sentido me uno al reclamo de que faltan políticas públicas de cultura y apoyo económico para nuestros jóvenes”. También, por otro lado, Leticia percibe padres por demás consentidores, “a mí nunca me premiaron por sacarme un 5, estudiar era mi obligación”

A nivel familia rescata el diálogo como el mejor camino para transmitir a los hijos los límites que deben ser respetados en la sociedad.

Un toque personal

Leticia es mamá de 2 hijos, Axel (20) y Brian (14), ambos con conocimientos de piano pero volcados a la natación. “Mi papá decía que en la vida hay que tener 3 cosas: un arte, un deporte y un idioma, y yo continúo esas reglas. Casada con un economista, su marido siempre respetó y apoyó su vocación y trabajo. Personalmente, Leticia reconoce manías respecto al orden y la pulcritud, perfeccionismo en el piano, en los quehaceres de la casa, en la educación de sus hijos, en la atención de su marido. Amante del gimnasio, se mantiene en forma en cuerpo y espíritu. “A los 28 años sufrí una caída dos días antes de dar a luz a mi segundo hijo. Me rompí el coxis, quedé paralizada. Me dije a mí misma ‘bueno, no te vas a quedar esperando que la vida te regale nada’. El médico me explicó que no podía operarme porque era una zona muy delicada y me aconsejó hacer ejercicios para fortalecer la parte abdominal. Desde entonces, nunca más dejé la gimnasia y aquí estoy, nadie me cree que me rompí de esa manera. Para salir adelante hay que preocuparse de lo importante que nos pasa y no por tonterías. Yo soy sensible, llorona, pero guerreo. Para mantenerme hago cardio y musculación, lo disfruto muchísimo, es ‘mi momento”.

–¿Qué pianista despierta tu sensibilidad?

–Yiruma y Clayderman son los que me ponen la piel de gallina.

–¿Quisiste irte a vivir y trabajar en el extranjero?

–Una vez me ofrecieron trabajar a EE.UU., pero mis hijos eran chicos y lo rechacé. Siempre me perfeccioné acá con profesores paraguayos y extranjeros. Soy feliz en mi país.

–Guerras, conflictos, desesperanza… ¿en qué ayuda la música?

–Tener un arte puede hacer que uno sonría a pesar de lo difícil que nos toque atravesar. Para mí el fin del arte no es la fama, sino llenarnos de alegría y por eso de fortaleza.

lperalta@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...