Excombatiente acahaiense vive con una bala incrustada en la columna

Enrique Caballero peleó en Boquerón (1932) y otras batallas en la contienda bélica contra Bolivia. Es oriundo de Acahay. Vive con una bala alojada cerca de la columna. Pese a los sufrimientos experimentados al caer herido y prisionero, sigue lúcido y fuerte, con ganas de seguir viviendo muchos años más.

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ACAHAY, Paraguarí (Aldo Lezcano, corresponsal).Enrique Caballero, una reliquia viviente, un héroe que en su juventud ofrendó su sangre por la patria, habita en el barrio 15 de Agosto de esta ciudad, ubicada a 104 kilómetros de Asunción, con su esposa Andresa Riveros (95). Tuvo la difícil misión de enterrar a cuatro de sus 11 hijos.

Tal como atestigua su cédula de identidad, Enrique Caballero nació en Acahay, el 15 de julio de 1915. Es decir que en julio próximo cumplirá 100 años de vida. Sin embargo, aparenta tener mucho menos, ni siquiera utiliza bastón, es muy coherente, lúcido y se maneja solo. Su única dificultad es que ya escucha poco.

Con la ayuda de su nieta, una profesora de nombre Modesta Rojas, logramos extraer parte de su historia de vida, especialmente la guerrera.

Comenta que estando en el cuartel en Campo Grande, le tomó el inicio de la guerra (1932). Le cupo pelear en Boquerón, que según refiere, “ahí empezó la batalla desde el 9 de setiembre, y ya cuando teníamos por perdida la guerra, con mi pelotón reaccionamos y atropellamos en una lucha fulminante que terminó el 29 de setiembre”, explicó Caballero.

Rememora que ha habido demasiado derramamiento de sangre, mutilaciones y pérdidas humanas.

Cayó prisionero

Según el héroe, estando en Cañada Strongest a mediados de 1934 recibió un balazo que se alojó cerca de su columna vertebral.

“Un joven teniente trató de levantarme, momento en que recibió un impacto mortal”, recuerda entre suspiro, valorando el gesto del superior.

Explica que quedó mal herido y se encomendó a la Virgen de Caacupé, y tres días después fue ubicado mediante las moscas por soldados bolivianos.

El excombatiente de la Guerra del Chaco dice que estuvo muy cerca de la muerte, afectado por las pérdidas de sangre, gusaneras y la sed, pero su espíritu patriótico le animó a sobrellevar con fortaleza la difícil situación por la que atravesó.

Manifiesta que al ser encontrado, le patearon los soldados y que en ese momento un superior boliviano “ordena con la vista” a que dejaran de maltratarlo.

“Cuando trajeron una piola, pensé que era para ahorcarme. Sin embargo, me maniataron y me tiraron a un camión de carga”, relató el héroe acahaiense.

Recordó que estuvo 23 días internado en el hospital y que a los 24 días le dieron el alta y directamente fue a trabajar en la cantera para romper piedras con picos y barretas. “Seguía purgando la herida, estaba muy pálido, pero no tenía otra alternativa más que trabajar”, comentó Caballero.

Sufrió hambre

Rememora que como prisionero, a más de trabajar muy duro, tuvo que comer carne de perro y gato.

“No quería comer, pero no tenía otra alternativa para no morir de hambre. El gato ya se torno sabroso no así la carne de perro”, recuerda jocosamente.

Agrega que fue tomado por varias plagas, especialmente todo tipo de piojos (ñamoquyra).

“En Bolivia vivimos prácticamente desnudos, cubríamos la parte íntima solamente con chiripá y trapos en desusos; sufrimos mucho frío”, rememora.

Contó después que ya en 1936 fue beneficiado con el trueque de prisioneros.

“Hacia demasiado frío, varios camaradas murieron en Cochabamba y otros cuando veníamos hacia el país”, manifestó.

Al hacer una comparación de situaciones, dijo que la guerra es muy dura, pero no hay punto de comparación con la vida del prisionero, que es más terrible.

Dice estar conforme con el monto que percibe del Estado como excombatiente, pero que tal beneficio lamentablemente ya llegó muy tarde. “Muchos de los camaradas ya murieron en la absoluta miseria”, dijo Don Enrique.

Sugirió, al finalizar la entrevista, que en honor a los excombatiente caídos en batalla haya más seguridad, trabajo, armonía y patriotismo y no la corrupción que enriquece a unos pocos y perjudica a la nación.

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