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¿O ustedes piensan que Cartes no quiso entregar las riendas del poder por ambición personal o por vanidad?. No quiso entregarlo porque estaba disfrutando con la administración de grandes negociados que podía hacer, permitía hacer o negaba que se hicieran.
Es muy grave pensar que en la corrupción radica el poder y concluir que sin corrupción no existe actualmente poder político, pero un poco de eso es la experiencia paraguaya. Por el momento, la ciudadanía está ganando las partidas y con su postura inflexible logra en todos los casos hacer retroceder los intentos de reelección, en cualquiera de sus formas. Nunca, sin embargo, como en el período Cartes, el intento fue tan fuerte como para llegar al asesinato y a la quema del Congreso.
El año 2018 significó felizmente otra derrota del retroceso y su logro fue posible mediante la combinación de una ciudadanía movilizada –esta vez ya con mayor persistencia y obtención de resultados concretos– con la investigación periodística de los hechos más abominables de tráfico de influencia, enriquecimiento ilícito y asociación ilícita para delinquir entre abogados, funcionarios, jueces, fiscales y parlamentarios, magistralmente divulgados a través de una paciente selección de audios.
No es la primera vez que la prensa publica audios de conversaciones que revelan execrables negociados en la justicia y su vinculación con personajes averiados de la política; tampoco es la primera vez que la ciudadanía gana las calles y las plazas para manifestar fastidio e indignación. Pero es la primera vez que la acción combinada de ambos factores pone con las patitas en la calle y entre rejas a los corruptos: Ibáñez, González Daher y su hijo, Oviedo Matto, Díaz Verón y esposa, entre otros.
Un gobierno mínimamente inteligente que se instala en medio de este panorama no tiene otra alternativa que apoyar el proceso, inclusive de instalarse en su desarrollo con la discreción que requiere la división de poderes. Y para que sea creíble, incluso ofrecer la cabeza de algunos de ellos, como sucedió con el diputado Ulises Quintana, quien trabajó por el actual presidente y logró una banca en Diputados. Hoy, en la cárcel.
El 2018 es un año de crecimiento económico sostenido, pero también de cristalización de la pobreza, es de avance y entrega de grandes obras públicas, pero también de negociados en obras, como el Metrobús; año de premios a muchos atletas y estudiantes en competencias internacionales, pero también es el año del estancamiento de nuestra educación y del descubrimiento de malversaciones y otra vez negociados en el deporte.
Año de presión y avance en campañas por los derechos de la mujer, pero también del aumento preocupante de casos de feminicidios; año de gran sufrimiento de la población requerida de atención en salud, y de ninguneo a los pueblos indígenas así como a productores campesinos abandonados.
El nuevo gobierno da la impresión de no haber arrancado todavía y que para tratar de justificar ese andar cansino frente a la urgencia se aprovecha de los acontecimientos para una fachada favorable. No obstante, pese a los puntos débiles, el gobierno colorado de Abdo Benítez comenzó con buenas señales de voluntad política para combatir los vicios de nuestra democracia. Ojalá no desperdicie su corto tiempo en desgastes estériles de movimentismo e internismo partidarios para salir cuanto antes a enfrentar las urgencias del momento. No debe olvidar que aún cuando la impaciencia carezca de calendario, estará instalada en calles y plazas desde el 2 de enero próximo. Ella no puede darse el lujo de salir de vacaciones.
ebritez@abc.com.py