A los ganadores

Antes que nada, los felicito por su victoria y felicito también a la ciudadanía, cuyos sufragios han repartido no solo victorias, sino también derrotas inesperadas, haciendo un uso mucho mayor del voto castigo del que los más optimistas se habrían animado a imaginar. Como dijo el periodista Luis Bareiro, con la ironía que le caracteriza: “Votamos como suecos, aunque sin el clima de Suecia”.

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Por las reacciones que aparecen en los medios de comunicación, tengo la impresión de que no son muchos los políticos que han entendido que lo que ocurrió el domingo pasado no es un fenómeno meramente electoral, sino parte de un cambio social de gran envergadura.

Las rebeliones estudiantiles han sido el componente más significativo, pero no el único de ese cambio social. Los jóvenes simplemente, por así decirlo, han sido la punta de lanza de la reacción de cansancio y de enojo de la ciudadanía y nos han demostrado a todos que sí se puede hacer frente con éxito a la corrupción y a la incapacidad de las autoridades. Eso se ha reflejado en las urnas.

Desde luego, todavía han ganado muchos candidatos impresentables. Sin embargo, los votantes, cada vez más numerosos, que no votan a los colores sino a los candidatos, midiéndolos por sus méritos o deméritos, no solo han determinado gran parte de las nuevas autoridades municipales, sino que también han dejado unos cuantos mensajes.

El primero de estos mensajes es que quien gana unas elecciones no obtiene solamente un privilegio, sino sobre todo una gran responsabilidad; que las elecciones no son, como piensan muchos políticos, la meta y única finalidad de la política, sino un medio para llegar al gobierno y administrar para el bien común.

El segundo mensaje no es solamente para ustedes, que ganaron las elecciones, sino también para los sectores políticos que los apoyaron y dice, muy alto y muy claro, que cada vez hay menos ciudadanos dispuestos a votar al Pato Donald con tal de que lleve un pañuelo del color adecuado; por citar la famosa metáfora de Luis María Argaña.

La calidad, la trayectoria de decencia, el prestigio personal y la buena imagen de los candidatos importan y mucho. De hecho, en muchos casos han sido decisivos para una victoria y en otros han sido la causa primera y principal de la derrota. Asunción, sin ir más lejos, es buena prueba de ello.

El tercer mensaje y, en mi opinión, posiblemente el más importante, es que la política no es una especie  de urna de cristal sin relación alguna con los fenómenos sociales que están ocurriendo en el país. Y nuestro país está viviendo, de un tiempo a esta parte, un amplísimo fenómeno de cambio y evolución, impulsado sobre todo por las nuevas generaciones de jóvenes; esos mismos jóvenes que están en pie de guerra para limpiar de corrupción las instituciones de enseñanza y lograr una mejora sustancial de la calidad de la educación.

El Paraguay ha cambiado ya mucho y continúa cambiando aún más y muy rápido. Sin embargo, los políticos parecen estancados en el viejo sectarismo, en una transición inconclusa, sumergidos en un letargo del que solamente se despiertan cada tanto para intentar volver al pasado y así no atender el clamor ciudadano, que ya no tolera torpes y delincuentes porque son “los torpes de nuestro partido y los delincuentes de nuestro partido”.

Cuando tomen posesión de los cargos que en estos comicios municipales les han confiado los votantes, sería bueno que recuerden que, hoy por hoy, si no cumplen con sus responsabilidades, mucho antes de que “Dios y la Patria se lo demanden”, los ciudadanos les pasarán la factura, como se la cobraron a tantos candidatos el pasado domingo.

rolandoniella@gmail.com

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