Acero

De Aldo Zuccolillo Moscarda pueden decirse y, por supuesto, ya se han dicho muchísimas cosas: que fue el hombre más influyente del Paraguay, que fue un gran empresario y sobre todo aquello de lo que él estaba más orgulloso: que fue el indiscutible pionero del periodismo moderno en nuestro país y, en consecuencia, tenaz defensor de la libertad de expresión.

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Pero yo prefiero hablar de Acero, porque más de setenta años de amistad hacen que su partida sea para mí una pérdida más personal, sin que por ello deje de reconocer la influencia decisiva que su actuación como persona pública, como empresario y como director de medios de comunicación, ha tenido para la historia reciente de nuestro país.

No me resulta natural llamarle Aldo. En esa época todos teníamos apodos, no marcantes burlones, sino cariñosos sobrenombres que usaban la familia y los amigos, mientras que las personas con la que teníamos una relación menos íntima usaban nuestro nombre de pila. Así que para mí siempre fue y siempre será simplemente Acero.

Nos conocimos con Acero prácticamente de niños, como compañeros de colegio, estábamos en distintos cursos pero la relación se inició porque su hermano y yo sí que compartíamos aula; allí comenzó nuestra amistad. Volvimos a coincidir en el servicio militar, donde me tocó en suerte ser su “Sargento Niella, encargado de descuerear al Recluta Zuccolillo” por usar las mismas palabras con que él lo recordaba con humor en una reunión por mi cumpleaños.

Como toda amistad que dura décadas, la nuestra pasó por muchas etapas. Por supuesto esa relación de juventud se interrumpió cuando viajé a Europa para estudiar filosofía; pero se reanudó a mi regreso, ya ambos adultos, cuando comencé a incursionar en el mundo empresarial donde él ya era una personalidad consolidada y yo un recién llegado en cuyo éxito pocos confiaban, pero él sí.

Sería impensable imaginar y mentiroso afirmar que dos personas, como nosotros, de convicciones firmes y carácter fuerte no tuvimos, en tantos años de contacto, muchísimos desacuerdos y algunas peleas. Sin embargo, como en esos ríos de largo curso, las aguas siempre volvían al cauce manso de la amistad duradera y bien asentada sobre un verdadero afecto y el respeto mutuo.

Sin duda, hasta los enemigos que, evidentemente, ninguna persona tan poderosa e influyente puede dejar de hacer a lo largo de su vida y más aún si parte central de esa vida es el periodismo, tendrán que reconocer que Acero fue una persona excepcional, que se ha ganado un lugar destacado en la historia del Paraguay que, en muchos aspectos, sin su participación no habría sido la misma.

Sin embargo, a esa imagen pública tan intensa, tan fuerte de hombre poderoso y empresario aguerrido, que ganó muchas más batallas de las que perdió, desde la dirección de este diario, al trabajador tan obsesivo que el golpe mortal le sobrevino en su oficina de ABC Color, permítanme que contraponga esta visión más personal e íntima, la imagen de mi amigo Acero, para el que estas líneas son el sentido adiós de un amigo de toda la vida.

rolandoniella@abc.com.py

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