Alerta amarilla

Estamos en situación de alerta amarilla ante la proximidad de los comicios internos partidarios, fundamentalmente por el alto grado de enfrentamiento entre los dos movimientos mayoritarios de los colorados. 

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Conviene recordar que estamos en un largo y difícil proceso de consolidación de un sistema democrático de gobierno, tras la caída de la dictadura stronista. Conquistamos muchas cosas valiosas, como la libertad de expresión, la ausencia de presos políticos, realización normal de las elecciones, alternancia en el poder de diferentes partidos sin golpes de estado, el respeto de la comunidad internacional, etc. 

Pero hay muchos factores que aún permanecen como lastres de un pasado que se resiste a morir: la presión política sobre los funcionarios públicos, la utilización de bienes estatales en las campañas proselitistas, la compra de cédulas e inducción al voto el día de los comicios, la adulteración de los resultados de las urnas, etc. 

En los últimos meses, la crispación política ha levantado el calentamiento de los ánimos de la gente. No solo se incendió parte del Congreso, se atracó el local del PLRA y se mató a un dirigente juvenil liberal, sino que dentro del propio Partido Colorado se desató una fuerte campaña de enfrentamiento entre el movimiento oficialista (cartistas) y los disidentes (marioabdistas). En esta guerra, todo vale y los misiles toman forma de denuncias, intrigas, difamaciones y las ofensas a través de los memes en redes sociales. 

Si tomamos a la ligera las cosas, más de uno dirá que esto suele suceder nomás luego en tiempos de campaña electoral. Que los adversarios se tratan de lo peor pero que, luego de los comicios, los tigres se vuelven corderos y todo retorna a la normalidad. 

Es posible que ahora también sea así y que este llamado de alerta constituya una exageración. No obstante, vale la pena recordar que muchos países de América Latina han retrocedido de estados medianamente democráticos a naciones castigadas por las guerrillas, las regiones “liberadas”, regímenes abiertamente totalitarios como el de Venezuela y una depreciación de la democracia. 

No importa si, de acuerdo a cómo miramos, estamos medianamente bien o medianamente mal; existe siempre la posibilidad de que estemos peor. Cuando los ánimos están muy caldeados y los contendientes a punto de llegar a los puños, una pequeña chispa puede iniciar el incendio. 

Aún nos queda mucho por aprender en este juego de presentarse a elecciones, ganar o perder sin que el mundo se venga abajo. Chile es un buen ejemplo de la tranquilidad con que los candidatos triunfan o fracasan y los partidos se turnan en el poder en un ambiente de pacífica normalidad. 

Dejemos nomás prendida la luz de alerta porque no queremos ningún disturbio ni caos social el domingo 17 de diciembre. Entre los colorados, si los oficialistas ganan o pierden, no debería pasar nada, más allá de un moderado festejo de los triunfadores. Si el proceso electoral es transparente y aceptamos sin peleas los resultados de las urnas, habremos dado un pasito más en la dirección correcta. Que así sea.

ilde@abc.com.py

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