Años perdidos

Me tocó realizar el seguimiento de la campaña de Fernando Lugo a la presidencia de la república entre los años 2007-2008. Viví muy de cerca la esperanza de la gente en el exobispo católico que se presentaba como la opción de cambio en el Paraguay, tras 60 años de gobiernos colorados en forma ininterrumpida. La alegría que invadió las calles cuando fue electo, de la mano del Partido Liberal Radical Auténtico, fue contagiante. Se me eriza la piel, me decía un colega de un diario brasileño.

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Con Lugo, los liberales no solo llegaron al poder sino tuvieron la magnífica oportunidad de mostrar que eran mejores que los colorados; que en sus filas había personas idóneas para ocupar cargos y trabajar para atender las urgentes necesidades del país, que eran y siguen siendo muchas.

Lastimosamente poco tiempo después de la asunción del nuevo gobierno, comenzaron a saltar los mismos vicios de siempre: nombramientos de operadores políticos, licitaciones amañadas, desvío de fondos en instituciones públicas, y muchas otras irregularidades a las que estábamos acostumbrados. Y aun ahora siguen saliendo a luz más hechos, como la denuncia de Leoncio Rojas, exviceministro de Obras de Efraín Alegre, quien dijo que el hoy candidato a presidente de la República dejó un “agujero” de 25 millones de dólares al MOPC.

En junio de 2012 Lugo fue separado de la presidencia de la República, pero tampoco fue para rectificar rumbos, sino para aprovecharse del Estado. Una vez más los liberales no fueron capaces de mostrar que eran mejores que los colorados. Tenían nueve meses para rectificarse y mostrar que son diferentes. Que la ciudadanía puede confiar en ellos, pero no lo hicieron. Siguieron en las mismas. Arriesgaría a decir que ni siquiera en la época del cuestionado Nicanor Duarte Frutos se defendió a capa y espada y se mantuvo en el cargo a un alto funcionario acusado de corrupción, e inclusive procesado por la justicia, como el caso del presidente de Petropar, Sergio Escobar. Y este es apenas un ejemplo.

Al descalabro se sumaron las acciones torcidas en el partido. Con la excusa de que los azules siempre libran batallas intestinas en sus internas, que luego les impide recuperarse, eligieron a través de un sistema quizás legítimo pero no legal, a su candidato a presidente de la república. El resultado fue discutido hasta que lograron un acuerdo de cúpula, que fue legalizado en unas “elecciones” internas.

¿No miraron lo que les pasó a los colorados en el 2008, cuando Blanca Ovelar venía con el mote de candidata impuesta? A esto se sumó el estilo de campaña. Se centró en ataques contra el presidenciable colorado Horacio Cartes, a quien buscaron vincularlo con el narcotráfico. Perdieron todo este tiempo de campaña electoral en eso. A estas alturas resulta jocoso y hasta da pena ver a referentes del partido dar una reculada, y salen a decir que no tienen pruebas para realizar acusaciones de ese tipo. El 21 de abril podrían volver los colorados, pero no será porque ganaron sino porque perdieron los liberales, y si pierden será porque en cinco años no fueron capaces de demostrar que son mejores que los colorados; y porque despreciaron la esperanza y la confianza de todo un pueblo.

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