Antes de tocar la Constitución

Como estaba anunciado, el nuevo gobierno instaló el debate sobre la posibilidad de cambiar la Constitución.

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Es algo que, además de ocupar gran parte de la agenda política de los próximos días, servirá también como elemento distractor de discusión en estos primeros meses de gestión.

El tema en sí es atractivo, porque cual partido de fútbol, todos creemos tener alguna fórmula para que las cosas funcionen mejor en nuestro país.

Pero no nos ilusionemos: el principal motor del debate será la distribución de espacios de poder y la inclusión de la reelección presidencial. 

Allí tendremos juntos a luguistas, cartistas, nicanoristas y –¿por qué no?– abdistas.

Nuestra Constitución tiene 26 años de vigencia y una sola enmienda, la que permite votar a los paraguayos que están en el exterior.

La mayoría de nuestros problemas no se produce por falta de normas, sino por el irrespeto a ellas y la impunidad como resultado.

La Constitución es un gran pacto social y, claramente, hay cosas que se pueden revisar, pero los grupos políticos primero deben dar muestras de que la reforma no será solamente una repartija de cupos de poder.

Alguno argumentará que es necesaria una reforma constitucional para cambiar el Poder Judicial. Pero allí tenemos, por ejemplo, paralizado en el Congreso, hace casi cuatro años, el pedido de juicio político a tres ministros de la Corte Suprema de Justicia.

Uno de ellos ya se fue al cumplir 75 años de edad, y otro está próximo a hacer lo mismo.

No hace falta cambiar la Constitución para castigar la corrupción judicial. Solo basta la voluntad política. La misma que puede eliminar la absurda elección de parlasurianos o sanear la Justicia Electoral, abarrotada de planilleros políticos.

O la misma que puede determinar la pérdida de investidura de parlamentarios involucrados en casos comprobados de corrupción, como el de Óscar González Daher.

Eso sin considerar que convocar a una Constituyente con este sistema electoral y estas reglas de juego que benefician a los grandes partidos, será como abrir una caja de Pandora en la que incluso los principios y derechos fundamentales podrían ser modificados.

Sin desbloqueo en las internas, un riguroso control de la financiación de las campañas y la revisión del sistema D’Hondt, esta será solo una trampa distractora que, además, podrá dejarnos como resultado algo peor.

guille@abc.com.py

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