APA suena desafinado

Cuando el año pasado don Efrén “Kambai” Echeverría ofreció vender su guitarra para conseguir dinero y comprar medicamentos para tratar su enfermedad, todos nos perdimos en la anécdota. Una mitad se plagueó y la otra mitad juntó dinero para dar limosna.

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Don Efrén Echeverría no debería ser un mendicante. El Estado ha previsto sistemas para protegerlo a él y a sus creaciones. En Paraguay se recauda en su nombre y en el nombre de muchos otros para garantizarle solidez en su vida y en el ocaso de ella.

El sistema no está funcionando, no funciona desde hace mucho tiempo. Han aumentado los conciertos, festivales, grandes fiestas patronales, discotecas, pubs, restaurantes, hoteles, shoppings, ¡y todos pagan! Pero además la tecnología ha agregado los ringtones y backtones como un plus adicional sobre el cual las telefónicas también pagan. Paraguay ha pasado de la primaria de festivales locales a la secundaria de grandes conciertos internacionales.

Pero el sistema no funciona, no está funcionando desde hace mucho tiempo. Si en una sola noche de dos fiestas patronales APA puede recaudar casi 100.000.000, en una noche de concierto internacional mucho más con precios de entradas que orillan el millón o más. Los eventos privados en salones de fiestas aportan lo suyo, igual que todos los demás que incluyan música.

¿Cómo es posible entonces que don Efrén Echeverría deba vender su guitarra para comprarse remedios? Negligencia, omisión, acciones deliberadas, irregularidades... y operaciones que rayan en el delito. El dinero se reparte de forma poco clara y transparente, la organización no tiene sustentabilidad, y lejos de notarse inversiones que generen más dividendos, se observa un lento desangre. Los artistas van sumándose con cada generación, los difuntos siguen produciendo para sus herederos, y la mala administración -junto a algunos avivados que rondan a los directivos- está terminando de carcomer a APA cual modernas termitas.

El sistema nada garantiza ni a quienes deben cobrar sus dividendos por sus creaciones ni a quienes deben pagar por usarlas. Es un gran misterio saber cómo calculan la difusión de algunas obras y por qué en un mismo evento un inspector cobra 750.000 guaraníes y otro cobra 150.000 guaraníes. Un software llamado BMAT hace un monitoreo de difusión en medios radiales y televisivos, el resto es totalmente aleatorio, discrecional y sin parámetros.

La existencia de APA es crucial para garantizar la existencia –y sobrevivencia hasta el fin de sus días- de grandes creadores que alimentan nuestro espíritu con sus obras, que provocan a la cultura y le sacan brillo a la tradición. Es difícil imaginarse un mundo sin don José Asunción Flores, Epifanio Méndez Fleitas, Teodoro S. Mongelós y Emiliano R. Fernández…, pero más difícil es imaginarse que alguno de ellos –si hubiera aún vivido- hubiera tenido que estar vendiendo su guitarra o pidiendo limosnas hoy en una calle porque el sistema no funciona. APA suena desafinado, ¿no?

mabel@abc.com.py

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